LEYENDAS DEL ROCK 2025: miércoles 6

Fieles a la cita anual con el Leyendas del Rock, aquí nos encontramos para vivir una nueva edición repleta de rock en toda su variedad de géneros y subgéneros y que, en mayor o menor proporción, ofrece un surtido para todos los públicos y todas las edades. Este festival ha ido experimentando una evolución musical (el precio de la cerveza también) desde la primera edición en la que estuve y que a mucho público no satisface, pero que guarda cierta lógica: los críos que yo veía corretear por el césped en aquella primera edición, son ahora bigardos que me sacan una cabeza y cuatro tallas de zapatilla. También, en cada edición, el cartel se ha ido orientando a ciertos géneros y subgéneros. Un año puede centrarse en el thrash, otro en el power metal, en el metal sinfónico o el folk metal al siguiente… y este año tocaba el metalcore, en detrimento de otros géneros más “clásicos” y para disgusto de los más puristas que opinan que el festival está perdiendo su esencia original. No es mi intención generar debate ni mucho menos sobre este asunto y sí contaros mis impresiones durante estos días.

Comenzamos tempranito, a las 4 de la tarde, porque a esta hora la cola para entrar ya llega al medio kilómetro y además hay que hacer nueva fila para pillar el abono del año que viene, que nos depara alguna sorpresa golosa ya que será el 20 aniversario del festival y alguna un poco más desagradable. La desagradable: el precio del abono sube 30€ con respecto al de este año; la golosa: Helloween ¿Es suficiente el anuncio de una banda como Helloween para justificar ese incremento de precio? Esperemos que el resto del cartel así lo haga porque, los que nos hemos lanzado a comprar el abono, algo nos ahorramos pero, por lo visto en años anteriores, este incremento puede llegar a ser prohibitivo para algunos bolsillos con el paso de los meses. En este festival TODO evoluciona.

Nos estrenamos con Warkings. Por mi experiencia de otros años, he ido comprobando que a veces merece la pena recortar tiempo de siesta y acudir a tempranas horas de la tarde para poder ver algunos grupos que no por resultar pintorescos significa que estén exentos de calidad. Warkings es uno de estos casos. Practican un heavy/power “guerrrero” condimentado con una presencia escénica singular a la vez que desconcertante: el cantante va de romano; el guitarrista de cruzado (templario, por lo que sugiere la cruz roja en el pecho); el bajista de vikingo; el batería de espartano y la cantante interpreta el papel de Morgana, la hechicera de las leyendas artúricas. Bien podrían definirse como los Village People de la Era Antigua. Aparte de la improbable confluencia histórica de todos estos personajes y de la master class de estilismo retro, siempre es interesante ver la capacidad de algunos grupos para llevarse ciertos clásicos a su terreno: impagable la versión power metal vikinga de “Bella Ciao”. Genios y figuras.

En todos los festivales siempre hay grupos que marcan tendencia. El rollo gótico da mucho juego. El folk metal invita a vestirse con pieles de animales cazados con las propias manos y a pintorrearse cuerpo y cara. Están los del patito de goma, por supuesto y el año pasado fueron los Electric Callboy los que reventaron todos los records de ventas de merchandising. Este año les ha tocado a Dogma conseguir que buena parte del público se pertrechara con arreglo a su propuesta un tanto irreverente y se presentara, tanto hombres como mujeres, vestidos de monjas. Afortunadamente, en la actualidad es bastante asequible conseguir un hábito a través de la venta on line, cosa harto difícil antaño, que había que recurrir a modistas poco piadosas o al asalto de un convento. En lo musical, estas monjitas desarrollan un hard/heavy bastante potente y resultón pero que abusa de las partes pregrabadas. Un pecadillo que deberían redimir. En lo escénico, mucho escote y raja en el hábito para lucir patorra y una coreografía cargada de movimientos lascivos que hace 60 años les hubiera supuesto la excomunión y/o la cárcel pero que en la actualidad no escandalizaría ni a una novicia decimonónica. Mención especial para la bajista, con una pose muy a lo Gene Simmons y con un maquillaje que daba tanto repelús como la monja de la reciente saga de películas de terror, pero sin llegar a los niveles de acojone de Sor Citröen. En definitiva, un producto atractivo en lo musical y una escenografía muy efectiva para venderlo. Seguro que no les van a faltar pretendientes. Amén.

Poco espacio este año en el cartel para el hard rock melódico, pero bien cubierto por una banda que, a pesar de ser ya veterana en el circuito, ha empezado a recibir el reconocimiento un poco tardíamente en una escena difícil en el panorama patrio. 91 Suite destaca por un equilibrio perfecto de melodía, guitarras muy bien encajadas y temas muy trabajados de corte muy clásico Hard/AOR y liderados por la cristalina voz de Jesús Espín. Un remanso de paz entre tanto voceras cabreado y un aviso para futuros festivales de que en la escasa escena española dentro de este estilo, hay grupos con calidad de sobra para ser algo más que bandas de relleno.

Fear Factory siempre han estado envueltos en multitud de polémicas y luchas internas, personales, judiciales, musicales y físicas. Y digo físicas porque, en la primera oportunidad que tuve de verlos allá por 2009, el concierto se quedó en eso, en oportunidad. Minutos antes de la hora de inicio nos anunciaron que no habría concierto porque Burton C. Bell y Dino Cazares habían tenido un conflicto (imagino que Burton le robaría el bocadillo a Dino) e intentaron resolverlo (o no) a mamporros sin éxito. Así que este año, viendo que el nuevo cantante, Milo Silvestro, aparecía luciendo una tira nasal no he podido menos que pensar que otra vez el bueno de Dino había estampado el sello Cazares en el rostro de un cantante. Por fortuna, a falta de lesiones físicas evidentes (al menos en la cara) inmediatamente se pudo apreciar que era un accesorio para facilitar la función respiratoria del vocalista. Aun con mis habituales reticencias con los cambios de vocalista en cualquier banda he de decir, y que me perdonen los fans de Burton, que Milo desborda energía y cumple sobradamente con su papel. Y mi más sincera conmiseración para quien le tocara pisar el escenario a continuación, porque por la boca de este hombre no brotan sólo las lindezas de las letras de sus canciones ¡Slippery when wet!

Confieso mi completa incapacidad para diferenciar los distintos subgéneros del metal extremo. Yo iba todo convencido de que Cockoroch tocaban grindcore cuando en realidad lo que tocan es slam death metal. Y claro, yo esperaba letras cargadas de perversiones sexuales, necrofilias, pipifilias y popofilias pero cuál es mi sorpresa cuando descubro en las canciones de Cockoroch mensajes de paz, amor y esperanza. Imaginaos mi desconcierto ¿será acaso Cockoroch un grupo de grindcore cristiano? No, simplemente es que tocan otro estilo. El mundo se va a la mierda. Y por favor, intentad alargar un poco los temas, que me cuesta pillar los estribillos.

Grandísimo descubrimiento para el que suscribe el de Cemetery Skyline, aunque la sorpresa desaparece cuando te das cuenta del responsable del invento: Mikael Stanne. El vocalista de Dark Tranquility se ha desmarcado con un proyecto que nos deleita con un rock gótico melódico con ciertas reminiscencias de la New Wave (y el que tenga entendimiento, que entienda) que destila buen gusto por todas partes, con atmósferas envolventes y que incluso deja huecos para guitarras cercanas al hard rock. Todo un regalo para los oídos.

Sensaciones contradictorias las que me deja el concierto de W.A.S.P. Por una parte siempre resulta reconfortante reencontrarse con los temas que te hacían volverte loco de joven, pero por otra te queda la impresión de que Blackie Lawless no se esfuerza todo lo que pudiera para satisfacer a su público. Hay momentos en los que se desmelena y otros en los que parece que la cosa no va con él. Tanto como que en un momento del concierto dice que hasta luego y deja a todo el mundo esperando a ver si es que se ha terminado el asunto, para reaparecer cinco minutos después. En lo instrumental, ninguna queja hacia la banda, que nos regala momentos brutales. Y el espectáculo visual que lleva, la proyección de los videoclips de hace 40 años, no se sabe si es un ejercicio de nostalgia, de autocompasión o de masoquismo. Lo que sí se sabe es que más de uno va a bajar al trastero de su casa para comprobar si, por un providencial acto de procrastinación, las cintas de VHS continúan allí.

Y hasta aquí, todo lo que da de sí el cuerpo en esta primera jornada. Nos vamos para el hotel con ganas pero sin fuerzas para ver el espectáculo de Lord of the Lost, que nunca defraudan y con su música de fondo. Mañana más.

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