Dätcha Mandala, Sala Nana 21/05/2019

 

Lo vivido esa noche quedará para el recuerdo, por muchos motivos. Lo que se pactó desde el principio con este trío francés se ha sellado para siempre, y es que durante y tras el show que se marcaron los Dätcha Mandala, no cesaba de comentar, jodidos franceses, cómo tocan, qué cabrones… Zafio, sí, entusiasta, también, pero era justísimo no parar de elogiar el grandioso concierto que se marcaron, como entiendo que lo hicieron en el resto de la gira española y que harán en las siguientes. 

La verdad es que era bastante cómico las caras de los asistentes, de inicio estupefactas, esplendorosas en el transcurso, jubilosas y desencajadas al final del concierto. Sin duda de lo mejor que había pisado estas tierras manchegas, no ya por su actitud, entrega, calidad y magnífico sonido, sino por la tremenda honradez y creencia de que lo que hacen lo demuestran como si hubieran nacido para ello. 

Casi he empezado desde el final de la crónica, pero es que al cabo de los días, aún recuerdo detalles, matices, imágenes y sobre todo sonidos que nos embaucaron y nos hicieron viajar a través de la música, a través de esos cuatro brazos de la diosa Sarasvati, que representan en el hinduismo los cuatro aspectos de la inteligencia humana, mente, intelecto, ego y estado de vigilia. Es lo que tiene utilizar elementos hindúes para hacerlos tuyos, diferenciarte del resto y crear una atmosfera Dätcha Mandala. De ahí que justo antes del primera acorde, Nicolas Sauvey, voz y multiinstrumentista, nos acercó litúrgicamente incienso desde un recipiente para envolvernos en un halo de misticismo oriental. A partir de ahí, la noche fue mágica.

“Have you see the light” encendió la esencia con ese característico sonido stoner blues energético y potente, entrelazándose con cambios de ritmo y una voz que llegaba a agudos imposibles, provocado por un excelente sonido que ensalzaba aún más los detalles de la batería de un Jean-Baptiste Mallet inconmensurable y de la guitarra de Jérémy Saigne, un auténtico fiera de las seis cuerdas. De este modo, “Mojoy”  de su disco UKEP, perpetró una de las entradas con armónica más endiabladas vividas en la Sala Nana, dejando a nuestros por entonces incautos sentidos, atónitos, y eso que gracias a su magnífico videoclip, antes de verlos en vivo, ya nos habían conquistado con ese ritmo sureño.

A partir de ahí, el predominio de la guitarra distorsionada, los coros tanto de Jean Baptiste como de Jérémy sublimemente impostados acompañaron a Nicolas en temas como “Uncommon travel” o “Anâhata” de su álbum ROKH, esta última energética y absolutamente bailable, muy en contraste con “Carry on”, tranquila  y blusera casi cantada a capella. “Who U R”, “Mother God” o  “Eht Bup” conformaron un bloque central de canciones que nos hicieron seguir amando a estos provenientes de Burdeos. Pero el misticismo se recuperaría con las orientalizadas “Human Free” o “Moha”, haciendo Nicolas alarde de unos registros vocales impagables, que te recordaban a pocos pero elegidos cantantes, entre otros al gran Robert Plant de los Zeppelin.

Tras “Stick it out”, llegaría el éxtasis absoluto entre los asistentes porque se iniciaron los acordes inconfundibles de un esperado “War pigs” de los Sabbath, magistralmente ejecutado y que enardeció a la respetable audiencia que de pronto se convirtió en voraces acólitos de los franceses. Sin embargo, con el tema propio “Pavot” demostraron que podían seguir enrabietando a las masas con un tema muy heavy, cadente a la vez que psicodélico para cerrar un show maravilloso en todos los aspectos, pero como captaron la emoción y el hambre del público, se marcaron “Kashmir” de Led Zeppelin demoliéndonos de forma absoluta y haciendo rendirnos casi definitivamente a sus pies. 

Pero no, a algunos se nos metió la idea de pedir no, de suplicar “Child in time” de los Purple, y mirándose sorprendidos, decidieron sobre la marcha hacerla para finalmente jurarles amor eterno a Dätcha Mandala y cerrar un soberbio e impecable concierto.  

Bien es cierto que en lo personal, este último tema para algunos fue emocionalmente demoledor, ya que nos acabábamos de enterar esa misma noche que Caronte se acababa de llevar al reino de Hades a un habitual de la sala. Esa noche post concierto creo que no he llorado más en mi vida.

 

Esta crónica está dedicada a ti, allá donde estés rockeando.

D.E.P.  Quique  “El Chato”

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