Festival Sonicarte VI – 25/11/2017

David Pintos, escritor, presentador y director del programa Subterranea y gran amigo de la gente de la Asociación Sonicarte de Teruel nos envía su experiencia en el sexto evento de dicha asociación cultural turolense. Veamos qué nos cuenta sobre el Sonicarte VI:

Hay citas anuales que resultan ineludibles, planes para un fin de semana perfecto en los que no falta ninguna buena sensación que se precie, desde un buen almuerzo hasta un regalo para los oídos. Teruel es una ciudad histórica injustamente postergada, sus monumentos y su encanto no desmerecen a otras de mayor renombre, por sus calles se respira una incalificable mezcla de sosiego y vehemencia, una necesidad imperiosa por no perder detalle de todo lo que te rodea. Si a todo ello le sumamos un trato humano inmejorable, el hecho de hacer las maletas y hacer un largo recorrido se convierte en un trámite de menor importancia.

Era la cuarta edición a la que asistía y tenía el honor de presentar el festival, algo que debo agradecer al equipo de Sonicarte. Una vez más el cartel era tan seductor como el cúmulo de buenas experiencias que sabía me aguardaban en Teruel, sin contar las anécdotas curiosas que cuanto menos, sirven de atavío para que la estancia sea perfecta. Mi plan era en apariencia sencillo, un fin de semana tranquilo en el que poder disfrutar de todo lo anteriormente mencionado, y el enclave perfecto para poner en orden las aparentes nimiedades de un escritor en plena explosión de ideas. En esta ocasión necesité un grado de intimidad que no me faltó, debía remover una considerable cantidad de planteamientos que diesen el sentido oportuno a un intrincado argumento que me rondaba por la cabeza. Una vez más, en pleno corazón turolense, tuve todo lo que necesitaba.

Al margen de las siempre maravillosas sensaciones del viaje, el plan era sencillo, contaba con llegar sano y salvo al centro de Teruel, aparcar el coche, pasarme por la librería Senda Peruca a saludar, caer en la tentación y comprarme un libro, hacer el check in en el hotel, llamar al ascensor y encontrarme al Gran Wyoming y a Santiago Segura (esto último y la compra del libro no entraban en mi plan inicial. He de reconocer que por un momento llegué a pensar que las dos estrellas de la televisión habían venido al festival Sonicarte —ingenuo que es uno—). Una vez acomodado en el hotel tuve tiempo para trabajar un poco antes de acudir a mi cita con mis amigos en un restaurante italiano.

Entonces, entre brindis, risas, cafés y un fugaz paso por el hotel, llegó el momento más esperado, la sexta edición del Festival Sonicarte, en cuyo cartel figuraban dos pesos pesados del Art-Rock nacional e internacional, dos bandas con un bagaje, una creatividad y una profesionalidad fuera de lo común, dos de los mejores ejemplos del gran nivel musical de nuestro país.

Como suele ser habitual en mí, no disponía de un guión ni de nada preconcebido, me dejé llevar, como hago siempre, por las sensaciones, por lo que siento en ese momento. Pero de forma excepcional recurrí a un pensamiento que tuve mientras conducía de Madrid a Teruel y repasaba los últimos lanzamientos de estas dos bandas; expresé a todos los presentes algo que, aun temiendo que pudiera sonar un tanto exagerado, pensé que no lo era en absoluto, era una gran verdad imposible de rebatir. Desde el escenario y con el micrófono en mi mano presenté a Kotebel y al Círculo de Willis como lo que son, dos de las mejores bandas del mundo dentro de sus respectivas formas de entender la música.

Kotebel subía al escenario tras un fuerte aplauso, el ya mítico cine Maravillas de Teruel iba a ser testigo de un concierto único e irrepetible, el que nos ofreció el conjunto madrileño.

La formación capitaneada por el pianista y compositor venezolano Carlos Plaza presentaba su magnífico nuevo disco Cosmology, un trabajo que atesora un gran nivel compositivo y que está considerado como uno de los mejores lanzamientos discográficos del año. Las primeras notas que sonaron fueron las de Geocentric Universe, primer movimiento de la fabulosa Cosmology Suite, pieza compuesta por Adriana Plaza y que en directo es toda una experiencia sonora, el primer regalo musical para los viajeros venidos de todos los rincones del país y para los afortunados asistentes locales que, asistiendo al festival, habían optado por un plan perfecto. Si en el primer tema de la noche ya quedaba muestra de la excelsa calidad musical y del gran sonido ofrecido por la sala, los músicos y los técnicos; lo que restaba de tarde-noche prometía hacer las delicias de los allí presentes. Con la primera parte de Cosmology Suite tuvimos buena muestra de cuánto enriquecen las flautas de Omar Acosta a Kotebel, pero nos dimos cuenta de que la base rítmica formada por Carlos Franco a la batería y Jaime Pascual al bajo, son un tema a tratar aparte, el baterista venezolano mostraba su característica personalidad tocando la batería y la percusión con una pegada y una dinámica absolutamente exquisita y el bajista español lo hacía con un dominio y una autoridad totalmente reseñable. Pero entre mis múltiples debilidades por esta banda están las guitarras de César García. El guitarrista de Kotebel tiene un gusto extraordinario, es capaz de ser desgarrador a la vez que sensible, aporta a la banda ese regreso a la realidad, al mundo físico, todo lo que con su música nos había transportado por un cosmos onírico. En otro apartado se encuentra el dúo de teclistas mágico de Kotebel, la grandilocuencia sonora de padre e hija ante las teclas y la percusión, dos magos disfrazados de personas normales, encantadoras y humildes, los culpables de que el sonido de la banda alcance dimensiones desconocidas.

El siguiente tema elegido fue el último movimiento de Cosmology Suite, titulado Oneness, compuesto por Carlos Plaza e interpretado con una sensibilidad en directo digna de mención, pues ésta es una característica importante de Kotebel, el saber manejar los conciertos haciendo uso de la dinámica de una forma perfecta, algo que no todas las bandas saben resolver con pleno acierto. Las partes de piano y flauta sonaron de forma magistral, como en el disco, pero con ese punto añadido que da el directo. El solo de guitarra de César, una vez más fue inconmensurable.

A continuación, sonó el Alegro Moderato, cuarto movimiento del concierto para piano y ensamble eléctrico, pieza imprescindible de su aclamado disco anterior cuya ejecución en el cine Maravillas, dejó buena prueba del poder sonoro de esta banda.

Tocaba regresar al flamante nuevo álbum y el tema elegido sería Mishima´s Dream, un tema cargado de fuerza y repleto de pequeños pasajes, desde las atmósferas más hard hasta las más eclécticas de la banda. Especial mención en este tema para la batería, Carlos Franco consigue con su contrastada maestría que todo lo demás gire en torno a él de una forma perfecta.

El siguiente tema elegido por Kotebel sería el que sigue en el disco al sueño de Mishima, una pieza titulada A Bao A Qu y que, para mi gusto, es una de las composiciones más originales y cautivadoras del nuevo disco. La experiencia de escuchar este tema en directo no se puede definir con palabras, implica cerrar los ojos y dejarse llevar por su magia, es algo que vosotros mismos debéis experimentar algún día en directo si podéis.

Mechanical Universe sería el movimiento escogido para regresar a Cosmology Suite, uno de los temas más potentes del disco Cosmology a efectos de directo por su intensidad, su riqueza de matices y su sonoridad; puro rock progresivo.

Los allí presentes estábamos entregados por completo a Kotebel, cualquier otro tema que sonara lo íbamos a aceptar como un nuevo regalo para nuestros oídos y, la elección, fue Mars Pentancle, corte perteneciente a la Pentancle Suite del álbum Omphalos. Tras este gran tema, Kotebel regresaría al Cosmology Suite con Entangled Universe, pieza en la que la flauta de Omar Acosta sonaba con especial delicadeza y energía, la guitarra era cruda y delicada según el momento del tema y los pianos y teclados de los Plaza te transportaban a ese universo de ensoñación por el que navega tu imaginación cuando cierras los ojos. Las líneas de bajo de este movimiento del tema principal de Cosmology son sencillamente deliciosas.

Como remate final, Kotebel nos iba a dedicar dos obras maestras, Post Ignem de Cosmology y Simurgh de Ouroboros, la primera sonaría con la energía y fuerza que la caracteriza, el estupendo sonido de la sala y el gran trabajo de los técnicos permitió que los afortunados espectadores disfrutáramos de tan magna maravilla con todo lujo de detalles, provocó sensaciones chocantes y en ocasiones era difícil discernir la realidad de una suerte de fantasía sonora gracias a la magia musical que es capaz de entregarnos este grupo. La segunda nos trasladaría al universo sonoro del inconmensurable trabajo de 2008 para fundirnos en Simurgh, la enorme ave mamífera con dientes, un tema constituido por un amplio catálogo de sutilezas sónicas y virtuosismo a raudales.

La actuación de Kotebel había llegado a su fin, el aplauso del afortunado público hizo justicia a una representación musical impecable, parca en gestos y artificios innecesarios, pero dedicada por y para la música y nuestros oídos. Ante una audiencia de gustos musicales tan refinados, la primera parte del festival había concluido con matrícula de honor.

En el backstage, situado bajo el escenario, calentaban motores los chicos de El Círculo de Willis. Tras presentar a la banda como merece, el turno era para la trabajada presentación audiovisual de la formación madrileña, que con Como te Quiero y Datura daban pie al desparrame musical de tintes jazzísticos y psicodélicos que alcanzaría su primer zenit con Tú no sabes lo que has hecho. El saxofón de Gonzalo Solas fue protagonista desde el principio, llenó de melodía y ritmo el cine Maravillas. Las locuras escondidas en este tema del disco Fábulas (bajo mi humilde opinión, una obra maestra), penetraban en la psique de los espectadores como un mantra, sin piedad, directo al subconsciente, pues la mente consciente no era capaz de asimilar semejante delirio musical.

El hombre entre la multitud, segundo tema del disco Retales nos pondría a tono con los ritmos imposibles de Iván Pozuelo “Güevo” y el soberbio bajo de Tomás Fernández. Hacia la mitad del tema se desató una suerte de sinfonía que navegaba entre la demencia y el suspense, una especie de catarsis mental que casó de forma perfecta con el siguiente tema. Fractura es, como el título nos indica, una ruptura con nuestro Yo racional, el tema nos pega al asiento y nos transporta al mundo de los Willis. No había salida, sin poder evitarlo todos los allí presentes quedamos magnetizados por el poder hipnótico de la música del “Círculo”.

Otra de las experiencias imborrables de la banda madrileña son las explicaciones previas a los temas que siempre acostumbra a brindarnos Iván Pozuelo. No sé si os podréis imaginar cómo un batería se pone de pie al más puro estilo Franz Di Cioccio y nos explica a todos la temática de canciones instrumentales con títulos tan bizarros como Banquete caníbal o La historia de los Trispis, dos temas que al margen de sus interesantes denominaciones, esconden música con una garra, fuerza y belleza dignas de todo elogio. El manejo del charles por parte de Iván es sencillamente delicioso, al igual que las flautas y los saxos de Gonzalo, el ritmo funk de Tomás o las distintas variaciones rítmicas y armónicas de Sergio Segovia, un talentoso pianista que, además, sabe hacer magia con su guitarra.

Los Willis siguieron deleitándonos con las piezas de Fábulas, La batalla de los soldaditos de plomo seguía fielmente el orden del disco y, a su vez, le seguían, Endodoncia y El turbante sin cabeza, tres composiciones en las que afloraban todos y cada uno de los elementos que forman parte de la grandeza musical e interpretativa en directo de esta formación, desde pasajes oníricos de gran belleza hasta desparrames sonoros de apariencia improvisada, pero que por el contrario esconden estructuras y pilares tan fuertes como lógicos. El virtuosismo de los cuatro músicos madrileños alcanzaba cotas altísimas, desde los delirios rítmicos de Sergio con su guitarra y sus teclados, hasta las marañas melódicas de Gonzalo con su saxo tenor. Bajo y batería conseguían alterar nuestros estados mentales a niveles de sugestión absoluta, de hecho, el final de Endodoncia es tan agresivo a nivel psíquico como una propia endodoncia per se.

El Círculo de Willis se sentía en perfecta comunión con su público, nos tenía a todos en el bolsillo, estábamos totalmente entregados a ellos, no necesitaba irse para volver con un bis, podía entregarnos la última píldora psicotrópica de su rebotica para fundirnos en un océano de psicodelia eterna. La elección no pudo ser más acertada y épica a la vez, Puerta 186, una barbaridad sonora de 19 minutos que hizo las delicias del experimentado y erudito asistente al Festival Sonicarte. La ejecución de los Willis en todos y cada uno de los pasajes de esta suite psicodélica fue un regalo para nuestros oídos y para nuestra mente, totalmente entregada y poseída por la música de las dos bandas madrileñas, pura vanguardia musical absolutamente exportable.

Después de casi cuatro horas de éxtasis musical uno sólo puede desear que el mundo se detenga, que las sensaciones no cesen jamás y que la seducción musical siga brotando de las complejas mentes de aquella suerte de músicos perfectos. Siempre me enorgullezco de salir en la foto con las bandas y los miembros de la organización, pero tras el último festival de Sonicarte, recapitulo y pienso en frío para resumir la experiencia con un deseo que espero se cumpla. Ojalá todos aquellos que deseabais estar allí aquel 25 de noviembre de 2017 podáis estar presentes la próxima vez que estas dos grandísimas bandas vuelvan a coincidir en un escenario, porque por mucho que me esfuerce, la música de Kotebel y El Círculo de Willis dejó aquel día en nuestra memoria un recuerdo que es imposible de plasmar con palabras.

 

 

David Pintos: Escritor, autor de la trilogía de ciencia ficción Taimat y de la novela Nos vemos en el paraíso. Director y presentador de los podcast Subterránea y Subterránea Rarities

Fotografías: David Rueda y Javier Remacha

 

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