Mysterika, ¿10 años y más…?

Se cumplen justo 10 años desde que salió uno de los discos que más he trillado y de una de mis bandas favoritas, y os puedo asegurar que bandas he escuchado y visto en directo en los últimos 25 años a casco porro. Estos miguelturreños han significado muchas cosas en mi enjundia musical, suponiendo muchas horas de coche, de walkman, de mp3, de reproductor de CD en casa y de canciones en el móvil.

Carpe Diem, o lo que es lo mismo el primer álbum de Mysterika fue un regalo que me hizo mi colega por entonces de batallas conciertiles Ángel Rubén, mientras estábamos presenciando la 8ª edición del Muxismo Rock en Miguelturra. Recuerdo perfectamente que cuando tocaba el momento de verlos en vivo (yo iba por entonces a ver casi en exclusividad a Avalanch), me dijo, “Te va a flipar el grupo de Patri” (Patricio Ruiz Campistegui, batería de Mysterika entonces). He de reconocer que desconocía absolutamente en qué proyecto musical andaba metido, pese a haber coincidido con él por amigos en común en muchas ocasiones, incluida un conciertaco al que tuvimos la suerte de ir juntos en Ciudad Real, en Agosto del 2007, ni más ni menos que los míticos Electric Light Orchestra (la ELO para los amigos), un auténtico lujo dado lo que solía venir por Ciudad Real (y suele).

El caso es que en el Muxismo Rock del 2011, comenzó irremediablemente mi idilio que a día de hoy es evidente que dura con los Mysterika pese a los cambios de formación que han tenido. Desde entonces han compuesto un segundo disco bestial, SOS (2015), del que quizás escriba algún día, pero hoy toca hacer esta reseña o review clásica de Carpe Diem.

Haciendo un último inciso en referencia al concierto del 2011 en Miguelturra, ese sábado 09 de julio, la banda tocó creo que de forma íntegra su primer álbum (más la versión Smooth Criminal de Michael Jackson a lo Alien Ant Farm), y fue tal la estupefacción que me provocó, que no daba crédito de cómo una gente de aquí podían hacerlo tan bien y engancharme tantísimo con unas canciones que no había escuchado antes en mi vida. Avalanch entonces quedaron en un segundo plano, aparte de que eran cerca de las 04:00 cuando decidí marcharme antes de que incluso acabaran, ya que además presentaban su nuevo disco y se me hizo bola en directo.

Una vez en casa al día siguiente, comencé a escuchar el CD Carpe Diem en bucle continuo, apreciando, degustando, empapándome y deglutiendo con ferocidad sus 36 minutos de duración. Es un mini LP con 6 canciones más la Intro, siendo esta un fragmento de la película El club de los poetas muertos con la frase final “aprovecha el momento”, siendo ahí cuando comienza el primer tema, La salida, con un inicio frenético a golpe de batería y unos movimientos progresivos que recuerdan de sobremanera a Dream Theater, y es que es más que evidente la influencia de los neoyorkinos en todo el álbum, con reminiscencias aquí y allá. Sin embargo, eso no quitaba naturalidad ni restaba una mota de originalidad ya que todo encajaba a la perfección, haciendo completamente suyas cada composición. Víctor López, voz y guitarra de la formación, se mostraba espléndido, cómodo y desatado, sobrio y virtuoso, con su peculiar forma de cantar y de tocar, bueno, es profe de guitarra, por lo tanto entiende un poquejo. Es el frontman de la banda por antonomasia y llevaba con naturalidad dicha posición con desparpajo y mucha educación, siendo el actor principal actor sin querer serlo. Como persona es un puñetero encanto. Pues bien, a Víctor por entonces le secundaba su hermano David, que ocupaba el puesto de bajista, aunque dejó la banda tiempo después, y a día de hoy no sé si sigue tocando ya que creo que dejó el bajo y ahora coge mancuernas porque se ha puesto como un jodido Kratos. Su labor en ese Carpe Diem fue mayúscula, formando una terroríficamente eficaz base rítmica con el “otro” hermano de Víctor, Patri, a la batería. Un combo infalible, un dúo letal que hacía que el cuello se te partiera cantidad de veces. Un tándem increíble al que se unió Danny O´Grady en la elaboración de los teclados del disco en el estudio, aunque durante los conciertos en vivo, el encargado fue Julio M. López, primo de los hermanos David y Víctor, al cual disfrutamos en aquellos primeros conciertos y el cual ha retornado en la última etapa de Mysterika cual hijo pródigo sustituyendo precisamente a su sustituto, el alucinante e hiperactivado Carlos Rodríguez (ojalá y fueran dos teclados). 

La siguiente canción del álbum era Loco, Medio cuerdo, haciendo su aparición rabiosamente con esa guitarra rabiosa  y hard rockera. Destacar no solo en esta sino en todo el álbum la coherencia de las letras, el gusto por lo sutil, por las figuraciones y las referencias de lo cotidiano. El gran Leo Jimenez como coach vocal del disco que fue, alucinaría con la alta creatividad de Víctor tanto a la hora de componer letras como a la hora de tener esa dicción y poder interpretarlas con solvencia y naturalidad. He ahí una de las virtudes de Carpe Diem, sus magníficas letras. En este caso, Loco, Medio cuerdo, ofrecía un abanico amplio de todo ello, pero si por algo destaca y es una de mis favoritas es por ese break a mitad del tema que hace con un asombroso pasaje llamado “tumbao”, o “latin” también llamado genéricamente. No habré bailado ese trocito en casa mogollón de veces, agarrando a mi mujer y yo con los cascos puesto, y ella diciéndome en ocasiones, “quita pesao, ya estas con los Mysterika”… en otras, sí que me ha acompañado alegremente.

Turno para La última carta, una alegoría progresiva sublime, sorprendente, fresca, maravillosa en definitiva, adictiva y con una brutalidad de cambios y matices fuera de lo común. Sus más de 7 minutos de duración se te hacen cortos, el teclado cobra un protagonismo mayúsculo, los cambio de patrones son continuos por parte de Patri, la línea de bajo de David también se modifica y la guitarra de Víctor se endiabla progresivamente y ruge de forma impenitente. Imagino la mesa de mezclas Avid D-command de Carlos Santos, ingeniero de sonido del disco en los estudios Sadman de Madrid, trabajando a más no poder para dar forma a esta canción tan sutilmente elaborada y exquisita, y al propio Carlos pensando, “Putos mancheguicos”…

Pero como siempre se dice, “después de la tormenta… llega la balada”, en este caso, La eternidad. He de reconocer que ya no soy muy de baladas, y que en su momento no me hizo demasiado tilín, ya que no me encajaba demasiado, pero entiendo que como joven y enamorado que era en aquella época Víctor, le salió así. A pesar de ello, hoy en día tiene su aquel, mola, encaja como punto melódico. En cualquier caso servía como introducción dulcificada para la instrumental Media Alma, una brutal canción mega progresiva, complicada, con pasajes que rememoraban a los primeros álbumes de Dream Theater, y eso es un halago como la copa de un pino, que no restaba originalidad aún así. Beber de los americanos y hacerlo bien ya es un logro, y los Mysterika son hijos aventajados en ello.

Y como todo tiene un final, llegaba Ojos, mirad, la canción perfecta, la niña bonita, la composición de las composiciones. Un compendio ultrarockero, con brutales cambios de tiempo y un despliegue técnico fuera de lo común. Cada vez que la escucho se me ponen los pelos como escarpias, es así, de hecho, aunque tristemente en uno de los conciertos, en realidad en dos de ellos, semifinal y final del concurso de bandas del 2017 en la Rolling Disco de Alcázar de San Juan, que por cierto ganaron, no pude evitar llorar al acordarme de mi padre que había fallecido hacía pocos meses. Ese estribillo es el estribillo. Pocas bandas he escuchado que tenga esa parte tan profunda, tan irasciblemente sentimental, elocuente y lacerantemente sincera. Sin duda, para mí representa muchísimo por no hablar que es mi canción más venerada de la banda. Cierto es que tengo una conversación pendiente con Víctor al respecto, sobre cómo sacó esa letra y la envolvió con tanta melodía de manera tan acertada. En sí, Ojos, mirad, aparentemente sencilla, alberga toda la esencia de Mysterika y ejemplifica lo que este grupo aporta al panorama musical estatal, o lo que debiera haber aportado. El propio Mikka Jussila en los Finnvox, pensaría durante la masterización del álbum allá en Finlandia, “pirun espanjalaiset kuinka hyviä he ovat”, o lo que es lo mismo, “Malditos españoles, que buenos son”.

En definitiva, y hasta aquí, resumo lo que Carpe Diem ha significado y aún significa en mi biblioteca neuronal y física, no sin antes agradecer como un puñado de tipos hace diez años, hicieron una magnánima obra musical que como dije antes, tantas horas me ha llevado analizar, disfrutar, despedazar y recomponer para completar un veredicto sobresaliente de lo que fue la primerísima obra musical de unos miguelturreños llamados Mysterika. Tras haberlos visto en siete ocasiones, espero e insisto que si regresan como todo apunta a que podría ser, estaré en primera, segunda o tercera fila inquieto y expectante como el primer día para ver que nos depararán en su puesta en escena, para emocionarme y entregarme inexorablemente a sus designios musicales. 

Como dijo el gran Patri en su despedida de la banda allá por el 2016 en su comunicado oficial… Mysterika Rules!!! (y mucho, añadiría humildemente).

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