Cine: «The Collector» & «The Collection», revisión

«The Collector» y su continuación, «The Collection», son dos películas de terror que se pueden ver juntas o por separado, no porque sean independientes entre sí o porque sin ver la primera no se pueda entender la segunda, sino todo lo contrario. Incluso daría lo mismo ver primero la segunda y también sería normal que después de haber visto cualquiera de las dos el espectador decidiera no ver la otra. Todo esto que parece un galimatías se explica de una manera muy sencilla: si tuviera que recomendarlas, no lo haría; si tuviera que explicar el argumento, lo haría en 5 palabras, «un tío que mata gente»; ¿por qué? podríamos suponer que por sadismo causado por un trauma infantil o una infancia en una familia disfuncional, pero en el guión no explican nada y tampoco nadie le pregunta; ¿para qué? para nada. Nada sabemos de este señor ni de sus aspiraciones en la vida, ni si mata por ira, frustración, venganza, deporte o simple mala leche. Lo único que sabemos es que en la primera lo interpreta Juan Fernández de Alarcón, actor que con ese nombre seguro que tiene una calle en su pueblo, y en la segunda un tal Randall Archer ¿Importa mucho esto? En principio no, dado que a ninguno se les ve el rostro porque llevan puesta una máscara de cuero, aunque un ojo bien entrenado podría advertir que el primero carga hacia la derecha y el segundo hacia la izquierda. Y por la voz tampoco se puede deducir ni su origen ni su extracto social, porque el tío no dice «esta boca es mía» y, salvo por una pequeña inclinación de cabeza, no sabemos si de enfado o de hastío por los inevitables tópicos en este tipo de situaciones cuando el protagonista le cuestiona su heterosexualidad, tampoco se le adivina ninguna fobia o filia. Él a lo suyo, que es matar a todo lo que se mueve sin discriminación de raza, sexo, edad, credo, estatus social o económico o equipo de fútbol ¡Democracia real ya!

¿Y qué podemos decir del protagonista, del que se le ve la cara? Pues que se llama Arkin, que tiene problemas económicos (más bien los tiene su exmujer), que tiene una hija y que está haciendo chapucillas en casa de la típica familia chachi piruli de todas las pelis americanas y que piensa robarles un pedrusco que guardan en la caja fuerte. Así que ni corto ni perezoso se cuela en la casa por la noche y se encuentra con que mr. asesino, a partir de ahora «el coleccionista», se está ensañando con la familia que tan bien le ha tratado y a la que él pensaba desplumar. De desagradecidos está el mundo lleno. A pesar de todo no es mal chaval e intenta salvarlos. El coleccionista ha llenado la casa de toda suerte de trampas, a cada cual más cabrona, y no hay manera de dar un paso, subir un escalón o rascarse el culo sin que algo se te clave, te corte o te espachurre. Lo que no sabemos es cómo ha montado todo esto en tan poco tiempo y si el de la ferretería no ha sospechado nada.

En este punto creo necesario hacer un inciso para intentar explicar por qué al asesino se le conoce como el «el coleccionista». Hay dos posibilidades. Una, porque colecciona asesinatos, la otra, que selecciona algunas víctimas a las que no mata, llamémoslas «elegidos» y las encierra en un baúl (?), y son minoría frente a todos los demás que se carga, que son legión, razones que no explican para nada el apelativo que se le otorga.

Todo esto en la primera entrega, que termina, después de muchas peripecias y muchas tortas recibidas, con el prota (al que se le ve la cara) metido en un baúl a la espera de la continuación, que comienza con una jauría de jóvenes rabiosos makineros metidos en una discoteca y que no saben lo que les espera. El coleccionista les ha preparado una sorpresilla muy simpática en forma de cuchillas de cosechadora tamaño pista de baile que, al contrario del dicho popular, no separa el trigo de la paja y cercena cabezas y miembros a su amor. A los pocos que consiguen escapar tampoco les espera un buen final. Algunos son ensartados por espadas que se han activado por un cable trampa y los demás quedan encerrados en una jaula y son aplastados por un techo móvil. Al igual que en el primer episodio, desconocemos cómo y cuándo ha montado todo este tinglado el asesino y no se puede descartar que lo haya hecho en connivencia con el propietario de la sala, ya que en el momento de suceder tan sanguinarios acontecimientos todo el mundo estaba meneando el esqueleto, pero nadie llevaba una copa en la mano. También desconocemos si el de la tienda de herramientas agrícolas ha sospechado algo. A todo esto, hay una chica (Elena) que se salva de toda la fiesta y que se encuentra con el baúl en el que está encerrado Arkin, lo libera e intentan huir, aunque sólo lo consigue él tirándose por una ventana y a Elena la atrapa el coleccionista. Ya en el hospital, a Arkin le visita un tal Lucello, que es el empleado de confianza del padre rico de Elena y que parece que tiene entrenamiento militar y dirige un comando de asalto y le pregunta si la había visto en la fiesta y si estaba viva cuando la vio por última vez entonces seguirá viva ahora (?) porque la ha secuestrado, no matado, el coleccionista, y que la van a liberar y que Arkin es el único que ha sobrevivido al coleccionista y también es el único que les puede llevar hasta la chica. Así, todo de un tirón y sin respirar para que ni a Arkin ni al espectador se les ocurra hacer preguntas que destapen los agujeros del guión. Porque resulta que Arkin, cuando lo secuestró el coleccionista en la primera peli metiéndolo en el baúl y lo llevó en furgoneta hasta su guarida, fue tan listo de ir haciéndose cortes en el brazo para marcar la ruta. Que si a la derecha, un corte p’acá; que a la izquierda, otro p’allá ¿Con qué se hizo los cortes en el brazo? Utilizad la imaginación, que el guionista no tiene cuatro manos. Así que allá que se van el comando y el guía-cartógrafo hasta un hotel abandonado, que lo mismo sus automatismos le podían haber engañado y haber acabado en un bar, pero no es el caso. Ya dentro del hotel, se encuentran con una jauría de zombies salvajes que son personas a las que el coleccionista ha atiborrado de drogas para que ataquen a cualquiera que se atreva a entrar, pero que entre ellos sí parece que respetan las normas básicas de la convivencia. Y aquí surgen dos preguntas: 1ª. ¿Por qué lo llaman hotel abandonado si está lleno de gente? 2ª. ¿Las autoridades no se han dado cuenta de que en su ciudad faltan muchos habitantes y no por el éxodo vacacional?

Al igual que en la primera entrega, el hotel está lleno de trampas, pero esta vez a nivel de parque de atracciones y además está decorado con collages hechos de miembros humanos expuestos en grandes depósitos de cristal y conservados en líquido, lo cual demuestra el excepcional talento para el interiorismo del asesino, que desarrolla en un tallercito muy apañado, lleno de insectos y arañas, en el que confecciona sus diseños. El comando avanza por las distintas estancias y sus miembros van cayendo uno por uno en los distintos artilugios macabros que se van encontrando. Estos no han acabado una gymkana en su vida. Entre medias, se encuentran con una loca que el coleccionista tenía encerrada en otro baúl, aunque de ella sólo diremos que muere atrapada en una especie de iron maiden, porque para hablar de heavy metal ya tendremos tiempo. Así, hasta que sólo quedan Arkin y Elena contra el malo y el edificio en llamas, que alguna bomba ha explotado también. Arkin se lía a sopapos con el coleccionista y lo tira por el agujero de la ropa sucia y le prende fuego, pero cuando va a escapar, se ve rodeado por las llamas. Por suerte y porque ya estaría bien que hiciera algo, Elena tiene la genial idea de reventar los depósitos para liberar el líquido que contienen y sofocar parte del fuego para que Arkin pueda salvarse ¿Y qué hubiera pasado si al malvado le hubiera dado por conservar sus creaciones en alcohol o en formol en vez de agua del grifo, como sería lo más lógico? Pues que el proveedor de productos químicos podría haber sospechado.

Como no podía ser de otra manera, al terminar todo, Arkin descubre la máscara humeante del coleccionista, lo que quiere decir que no ha conseguido matarlo, y es que, durante toda esta aventura, ha demostrado tener mucho valor y gran inteligencia, pero un gran desconocimiento en lo que se refiere a asesinos en masa/serie porque NUNCA, pero NUNCA, debes confiar en que, para acbar con ellos, es suficiente con ensartarlos, quemarlos, despeñarlos, ahogarlos, atropellarlos, o todo junto. Siempre sobreviven.

Para terminar, nos dejan la escena final como anuncio de una tercera parte. Arkin ha encontrado al coleccionista gracias a sus indagaciones. Basándose en que el asesino tenía arañas e insectos y que sus creaciones artísticas semejaban un tanto a estos bichos, ha deducido que es entomólogo, con lo cual también podríamos deducir nosotros que si hubiera tenido plantas sería un botánico o un jardinero. O si hubiera tenido el hotel lleno de longanizas, un charcutero. Entra en su casa y se enfrenta a él, le cuenta su vida (la del entomólogo) como si no la supiera ya de sobra y lo encierra en un baúl que le tiene preparado. Muero de ansiedad por ver cómo acaba esto… si es que acaba.

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