TRES PORTADAS, TRES LONG PLAY

A la paz de Dios, del Demoño, del Big Bang o de lo que sea.

Hoy me gustaría hablar un poco sobre la relación entre las portadas de discos y el contenido musical que en ellas se guardan, y que en ocasiones tienen algo que ver, o no.

A lo largo de mi vida, como escuchante del METAL, me he encontrado en la tesitura de juzgar un disco por su portada, sobre todo, cuando en tiempos pretéritos en los que no existía la posibilidad de escuchar o conocer el producto de antemano, las carátulas eran lo primero que te llamaba la atención y te incitaban a descubrir y arrimar la oreja al producto. Casi siempre caías en la trampa y te ponías a imaginar qué leches habría dentro… algunas veces acertabas y otras no, cosa que al final no deja de tener su gracia.

Me vienen a la cabeza tres discos que compré en su momento, y que sus portadas fueron un empujón lo suficientemente grande como para que me invitaran a invertir mi dinero. El resultado, digámoslo así, fue dispar, pues de alguno no es que reniegue, pero desde luego no los tengo entre mis favoritos. Esos discos son: Abominog de Uriah Heep, Chameleon de Helloween y Reign in Blood de Slayer.

El diseño artístico, desde el principio, tanto en publicaciones literarias como en cubiertas de discos, se convirtió en una herramienta comunicativa que reforzaba el concepto total de una obra. En el caso de Abominog de Uriah Heep, su espectacular portada les ayudó a colocar su producto en un mercado, el del Heavy Metal, que despegaba de manera generalizada mundialmente y en el que había que reivindicarse como los más duros en el orbe, con carátulas de bichos, monstruos, cuernos, rabos y otras criaturas infernales.

 

Echando un vistazo, en el diseño de Abominog (1982) podemos apreciar un ser espeluznante, con cuernos, orejas puntiagudas, con las fauces abiertas a punto de engullirte y que te invita a salir corriendo; todo ello en un color rojo averno. Hasta aquí, todo bien, vale, pero si te fijas un poco en la cara de la criatura, te das cuenta de que es la de un mono, sí, un mono, un chimpanceeeé; si es un guiño, una broma, o la representación de un primate infernal, cojonudo, te lo compro; pero, creo que imaginando un poco, lo que podría haber pasado sería algo así: Queremos hacer una portada espectacular, demoníaca, pero que parezca real. Alguien le diría:

-Jimmy “el pipa”, te vamos a poner unos cuernos, orejas puntiagudas y te vamos a pintar de rojo.

-No, no queda bien, ¿qué hacemos?…

-Huy, he encontrado una foto de un chimpancé riéndose. Ponle los cuernos a eso, cojonudo, ya está.

Hasta así me lo como, vale, pero, de lo que veníamos a hablar es de la coherencia del concepto artístico en su conjunto, portada y contenido musical, y en eso flojea, flojea un poco.

Portadón, sin duda, deliberadamente confeccionado para la época, a la moda de bestias, monstruos y demonios, pero, musicalmente la concordancia es poca o nula, pues aquí nos ofrecen una mezcla de AOR, Hard Rock, y unas pinceladas cercanas a lo que fuera la nueva ola inglesa de Heavy Metal (NWOBHM). Todo esto les posicionó en un lugar privilegiado para girar con bandas como Judas Priest, o Def Leppard por los USA.

El disco, la verdad es que no está mal, me gusta, aunque la mitad de los temas sean covers pero, por desgracia, no nos ofrece la brutalidad o la intensidad que esperamos al contemplar la carpeta.

En el caso de Chameleon (1993) no hay lugar a engaño. Quisieron dar una vuelta de tuerca y lo hicieron, pero, en vez de girar la llave hacia la derecha para apretar lo hicieron hacia el otro lado, o sea, hacia la izquierda, para aflojar, dejando atrás todo lo que les llevó al estrellato, su Power-Speedmetal tan reconocible y que tantos éxitos les granjeó.

 

Chameleon es un trabajo arriesgado. La portada, alejada de las anteriores, con graciosas calabazas o diseños épicos nos propone un giro al minimalismo, con unos brochazos de los colores primarios más el verde sobre un fondo blanco. Bien, cojonudo, me gusta el concepto minimalista, aunque un poco insulso, sí, exactamente como su trabajo musical.

En éste el último disco con Michael Kiske, la brújula se descontroló, y nos ofrecen un batiburrillo desvencijado de estilos y tendencias. Eso no está mal, si el  resultado hubiera sido al menos decente. Hay momentos Soft Rock, Heavy Metal o Hard Rock, pero ningún tema está a la altura de una banda que fabricó maravillas como los “Keepers«.

Un disco como poco controvertido, pero bueno, para gustos colores, nunca mejor dicho a juzgar por la portada.

Y dejamos el CAOS para el final. Reign in Blood de Slayer es uno de los discos imprescindibles en la historia del Metal. Cuando Slayer aparece, aparece el Caos, pero, éste se hizo más evidente a partir de octubre del 86 cuando se inicia el reinado de la sangre.

Sin duda, es éste uno de los trabajos más logrados de los de San Francisco, y en referencia al tema que nos trae aquí, es decir, la coherencia portada-música, no hay hueco para la incertidumbre o la duda: es puro amor… amor al mal.

 

Le encargaron la portada a un reputado ilustrador y artista que solía trabajar para el New York Times, Newsweek, Los Angeles Times, etc. llamado Larry Carrol. Carrol pidió que para hacer la portada le mostraran algo de la música que iba a contener su obra pictórica. Escuchó, imaginó, se puso a ello y salió eso, una portada que quedará para la posteridad como una de las mejores de la historia de la música bruta. En ella podemos apreciar una procesión maldita donde una serie de personajes diabólicos portan a hombros al Cabrón en su trono. Demonios deformes, almas quemándose, un obispo con mitra y miembro erecto, decapitados… en fin, un caos, casi comparable al del infierno del famoso cuadro de El Bosco (El Jardín de las Delicias). En efecto, esta ilustración desvela exactamente lo que se esconde tras la portada, y que se traduce en una de las obras maestras del Thrash, por su fuerza, su oscuridad y su colección de mala hostia, que diría José Luis Moreno. Temas como “Raining Blood” , “Angel of Death” o “Piece by Piece” son piezas claves y ya sientan cátedra para enseñar a los neófitos de qué va esto del Thrash Metal. Hanneman, cómo te echamos de menos.

Salud.

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