Wille and the Bandits, Sala Nana 11/02/2020

¿Sabéis esa sensación cuando te tomas, por ejemplo, el primer trago de cerveza en un momento especialmente caluroso, o cuando pruebas unos auténticos calamares en bocata, y así hasta el infinito refiriéndome al momento inicial del escancie de algo realmente gozoso?… pues Wille and the bandits generaron esa sensación para cerca de 90 personas en la Sala Nana en su primera gira española. ¡Qué manera de tocar, qué musicazos, qué equipo llevaron, qué actitud…, y qué exactitud de inicio del concierto!, (como buenos ingleses). 

El caso es que se plantaron en el escenario, situándose estratégicamente para darnos sin duda uno de los mejores conciertos a los que los habituales habíamos asistido en mucho tiempo, y eso ya era decir bastante. Presentaban su último álbum Paths, lanzado hacía un año y del cual el propio Wille Edwards se mostraba muy orgulloso postulándolo como el mejor de todos los discos que había hecho hasta la fecha. 

Con “Bad news” de su anterior álbum, nos introdujeron en una atmósfera envolvente, sublime, íntima, donde el hammond del multiinstrumentista Matthew Gallagher tenía un inusitado protagonismo que nos envolvía y hechizaba, de hecho, aparte de estar sentado frente al teclado, también usó unos bongos que dieron un aderezo increíble a las canciones en las que los tocó. El sonido era perfecto, la audiencia en esos momentos estaba anonadada entre otras cosas por el dominio de una guitarra Weissenborn que durante muchísimos momentos de la noche Wille utilizó colocándosela de pie sobre un atril especial horizontal o sentado para darle un carácter más íntimo. Todos estos instrumentos combinados originaban una atención si cabe más especial, y allá por donde miraba veía músicos de la zona con gestos de satisfacción que les duró todo el concierto. La opinión de ellos siempre me ha interesado porque son realmente expertos en la materia y excelsos críticos la gran mayoría. Los talibanes que se quedan en sus casitas y se hacen llamar músicos obviando conciertazos como estos por pura pereza, de esos tengo otra severa opinión que me reservo.

La maquinaria sónica de los de Cornualles había arrancado bien engrasada, perfectamente orquestada y ataviada con otros dos músicos de altura y que comprendían su base rítmica, Harry Mackaill al bajo y a los coros perfectos y Finn McAuley a la batería, los cuales estuvieron formidables. El jovencísimo Finn se encargaría de abrir frenéticamente “Find my way” para darle cancha con otros 7 temas más esa noche de su último trabajo discográfico. Para ello, el fabuloso entramado de estilos que desplegaron, desde el blues al folk, desde el rock al latino o al country, nos deshicieron completamente, trasladándonos por pasajes musicales y evocadores, sorprendentes e inimaginables. La propia voz semi rasgada de Wille, muy Chris Cornell, (al que ha admirado siempre) ya era un reclamo suficientemente convincente, por no hablar de lo infalible que era tocando todas las guitarras que se subió al escenario, eléctrica, acústica, una Dobro, la Weissenborn 

“Scared of the sun” irrumpió o más bien se deslizó en la sala sutilmente, del mismo modo que lo hizo las funky “Keep it on the Down – Low” y “Make love”, la rockera “Living free”, las íntimas “Mammon” (mega especial al hacerse acústica, incluyendo un Ukelele bajo) y “Four million Days” o la electrizante “One way” con reminiscencias country. Hasta ahí, todos satisfechos y frotándonos las manos porque quedaba algo menos de la mitad del concierto y la banda estaba disfrutando tanto como nosotros. Eso se notaba y las miradas cómplices entre ellos eran de puro goce ya que quizás no se esperaban el recibimiento por parte de una ciudad tan modesta como la nuestra, y sobre todo por el casi centenar de personas que allí estábamos deleitándonos. 

De nuevo gozada con la entrada preciosa de guitarra acústica de Wille anunciando “Angel”, cargada de sentimiento, instrumental, larguísima y poderosa. Tras esa ensoñación, “Daylight”, tema absolutamente nuevo aunque no accesible aún en plataformas digitales ya que formará parte del nuevo material que los británicos están moldeando. “Chakra”, “Judgement Day” y “Victim of the night” completaron una triada deliciosa. Para entonces, la sala era un hervidero de elogios, caras satisfechas, oídos aún ávidos para finiquitar la noche con “1970”. Las opiniones variopintas del respetable que iba recabando en referencia a lo que nos recordaban los británicos iban desde Dire Straits hasta King Crimson, pasando por Eric Clapton o Ben Harper. La verdad es que eran una amalgama en sí bastante original pero con recuerdos muy particulares, eso sí, ni una sola versión, todo original, lo que le daba aún mayor valor a lo que habíamos presenciando.

Ni una jodida tara, ni un pero, sin apenas fallos, ese era el resultado de un grupo sólido y eficaz a la par que íntimo y accesible. Fueron tales los ánimos y oes, oes para que retornasen tras la despedida un tanto rápida, que regresaron a poner el broche de oro con “Jack the Lad” y “Virgin Eyes” ante el delirio y el apoteosis del respetable que ahora sí entendía que debía dejarles descansar ante la enorme gira europea y británica que tenían aún por delante.

En definitiva, una gozada absoluta, un nuevo triunfo de José Luis “Nana” y una acogida espectacular de un público que se entregó desde el principio y que supo reconocer como era debido la calidad de la banda que nos acababa de visitar desde tan lejos a nuestra casa. 

Deseando verles de nuevo, ya que según palabras del propio Wille, tal vez lo hagan dado el trato que le dispensamos y la sorpresa de ver el entusiasmo y la afluencia que hubo un martes perdido en una ciudad perdida. Todo un encuentro, y sobre todo un descubrimiento.

Thanks, Guys!!!! 

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