Los 3 conciertos ofrecidos en Tilburgo los pasados 15, 16 y 17 de septiembre por Ayreon, esa criatura ingente nacida de la mente de Arjen Lucassen, suponen el colofón a una historia o historias que comenzaron hace más de 20 años y que se han desarrollado a lo largo de 9 álbumes. Tal vez, comparado con bandas de éxito masivo que abarrotan estadios y festivales, hablar de que la puesta en escena de Ayreon es uno de los proyectos más ambiciosos que se hayan podido hacer en los últimos años dentro de la música puede parecer exagerado. El hecho de que no haya tenido una presencia demasiado significativa en las listas de ventas y la reticencia de Lucassen a tocar en directo debido a su célebre miedo escénico, no significa que su música no sea reconocida dentro del rock y el metal, sino todo lo contrario. Los músicos que han pasado por Ayreon, algunos ilustres, se cuentan por decenas y haber formado parte de sus filas es distintivo de categoría. De ahí la dificultad de llevar a un escenario semejante espectáculo. Por una parte, la complejidad de las historias que se narran, en las que participan diversidad de personajes, cada uno interpretado por un vocalista distinto, con el consiguiente problema de la reunión de los mismos, y por otra, la selección de los temas, los cuales tienen que ser lo suficiente representativos como para tocar todo lo importante, ardua tarea para un concierto de unas 2 horas y media. Por no hablar también de los meses de preparación y ensayos. Y el mismo Arjen lo dijo: “Al principio contaba con 5 ó 6 cantantes, pero luego, conforme fueron confirmando su presencia, seguí contactando y la cifra subió hasta 10 y luego 12, 13… hasta los 16 que al final han participado”, lo que demuestra un verdadero interés por formar parte de esta aventura y un grado de implicación sobresaliente, como así mostraron en el escenario, y que lo dice todo acerca de la calidad del genio holandés, como músico y como persona. Y no merece la pena perder el tiempo hablando de las ausencias, tanto de temas como de músicos, ya que juntar a todo el personal hubiera sido imposible por cuestiones técnicas y de disponibilidad de agendas y, sobre todo, porque el elenco fue impresionante y de la discografía de Ayreon se podría sacar multitud de repertorios, todos ellos de una calidad incuestionable.
Resulta muy difícil describir toda la variedad de sensaciones que puede despertar Ayreon en el oyente. La música creada por Arjen Lucassen abarca tan amplio espectro de influencias, matices y estilos que es tentador etiquetarla como Rock Progresivo. Pero Arjen va más allá de una simple etiqueta. En su mente es capaz de conjugar en una sola de sus obras las melodías más sosegadas, los gritos más desgarradores, el sinfonismo, el folk, el heavy metal e incluso el pop, y todo ello en función de la historia a narrar, a veces con simpleza, otras con sofisticación, pero siempre con una coherencia inalcanzable para cualquier otro músico. También podría ser tentador intentar compararle con otras bandas o con otros proyectos, pero el conjunto de su obra es tan inmenso, y no sólo por su tamaño, sino por su enorme singularidad, que es una labor complicada encontrar algo que alcance tan altas cotas de creatividad y calidad. Arjen es único y Ayreon sólo es comparable con Ayreon.
Viajes en el tiempo, asistir al nacimiento del Universo, viajes intergalácticos, escuchar al mismísimo Mago Merlín en la Corte del Rey Arturo, navegar entre las estrellas y caer en un agujero negro, bucear por los más oscuros recuerdos de un hombre en coma, presenciar la extinción de los dinosaurios o atravesar un agujero de gusano son sólo algunas de las sensaciones que se pueden experimentar escuchando a Ayreon, gracias a la increíble conexión entre música e historia. Algunas de estas emociones y muchas más fueron las que los pocos afortunados que asistieron a sus conciertos pudieron sentir, estimuladas visualmente por las imágenes que se proyectaban en la pantalla gigante que dominaba el fondo del escenario produciendo un excitante cóctel sensitivo.
Y por último, el elemento que falta en la ecuación: el público. El fan de Ayreon, tanto el que los sigue desde sus inicios como el que se enganchó más adelante, es el fan perfecto. Ya sean los más metaleros, o los más sinfónicos, o los más progresivos o los más lo que sea, cada amante de Ayreon aprecia hasta la última nota de cada tema de cada disco, sea cual sea su estilo o género. Los conciertos del fin de semana del 15 al 17 de septiembre atrajeron a aficionados de todos los rincones del mundo. La ocasión lo merecía. Todos conocen el problema que Arjen Lucassen tiene con actuar y hablar en público, y en el momento en que se atrevió a subir al escenario con su guitarra a dar un pequeño discurso de agradecimiento y a interpretar las últimas canciones, presa de un evidente nerviosismo, todos los presentes le dedicaron una atronadora ovación. Aquello supuso el mejor regalo para Arjen y la felicidad total para el público. Haber formado parte de algo tan excepcional te hace sentir especial, un privilegiado. Y, al igual que sucede si consigues pasar la noche con tu estrella de rock o cine favorita, lo importante es conseguirlo, pero no menos importante poder decir yo estuve allí.
Es muy probable que la historia de Ayreon termine aquí, aunque siempre nos quedará la esperanza de que en la cabeza de Arjen se dispare una neurona que origine una idea que provoque una reacción en cadena que genere una nueva historia. No obstante, estaremos vigilantes ante cualquier movimiento suyo, ya sea retomando alguno de sus otros proyectos o iniciando una nueva y apasionante aventura. Todo se puede esperar del hombre que observa el mundo a través de los ojos del tiempo.
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