
“Grábate a fuego el 28 de septiembre”, esto me dijo Pibodi, uno de los organizadores del Purethrash, y yo pensé, si se dan todos los condicionantes para ello, por supuesto que iré queridos… (dado que Alejandra, Ale, pareja de Pibodi es también parte del staff y artífice de esta invitación). Unos meses después ahí estaba, caminito de Jerez, con muchísimas ganas, expectativas y expectación, con los nervios propios del preconcierto, con muchísimo interés en conocer nuevas bandas y muchos deseos de reencontrarme con gran parte de la fabulosa gente con la que coincidí por primera vez en el IV Purethrash en noviembre del año pasado en La Guarida del Ángel.
El cartel de cuatro bandas de esta edición era muy interesante, con estilos o géneros de rock diferentes, y de ellas para mí destacaba Docka Pussel ya que los presencié en la sala jerezana anteriormente nombrada, quedando gratamente sorprendido y extasiado (y derribado) por otro lado debido a la energía desplegada entonces. Adelanto que en esta ocasión no paré de tener una sonrisa plena durante su actuación y una sensación de felicidad continua, de orgullo por observar cómo los sevillanos no escatimaron energía, no se reservaron ni una miaja… Pero eso no fue hasta después de que abrieran el evento los jerezanos Quiebra.
Quiebra
Para los nostálgicos del lugar, para los rockeros más experimentados, Quiebra era un retorno muy esperado, ya que llevaban en el dique seco desde hacía unos años por diversos motivos, laborales, familiares… En cualquier caso, su bienvenida, su retorno iba a ser excelsamente acogido por los que ya nos congregábamos antes de las 8 de la tarde, buenísima hora.

He de reconocer que la flauta travesera incorporada en este cuarteto le daba un toque muy exótico, muy llamativo y para nada desacorde con la propuesta. La Bodega Skate Center también era un entorno cuanto menos poco habitual, al menos para mí, pero muy bien acondicionado, muy limpio, enoooorme y con una acústica un pelín complicada por los elementos arquitectónicos presentes (techos altos, nave al uso), aun así el técnico de sonido hizo un trabajo arduo y muy profesional.

Los jerezanos harían su apertura con una intro acústica para luego darle pábulo al primer tema de su único disco editado hasta la fecha, Al límite de la tragedia. “Junto a este río” sería la encargada de presentar una puesta en escena sobria pero potente, virtuosa y un tanto hierática ya que los componentes, Tzaraath, guitarra y voz, Emilio a la flauta, Javi Pinteño al bajo, apenas desocupaban su trozo de escenario.
Detrás de la batería, Matoto se afanaba inapelable y contundente en su cometido, mientras tanto el público, aún relativamente escaso se iba posicionando de manera cómoda en un lugar idóneo desde donde poder disfrutar- deleitar – escanciar de la miscelánea propuesta de Quiebra, que iba desde el Hard Rock pesado, pasando por el Doom hasta tintes progresivos, en definitiva un deleite que, acompañado por la posibilidad de compartir impresiones sin problemas con el que tenías al lado sobre lo que estábamos presenciando, hacía de aquella banda una forma maravillosa de pasar un ratito de vida inserto y a merced de estos músicos con mayúsculas.

Su set list, nueve canciones originales con ese sello propio denominado “rock dramático”, sin rozar excesivamente lo lúgubre, nos transportaban por pasajes siniestros, oscuros y bucólicos gracias a la voz y el tono de Tzaraath, la cual me transportabaa tiempos pretéritos, a mediados de los 90 cuando por ejemplo escuchaba a Paradise Lost y aquel maravilloso álbum Draconian Times. Sin embargo, y como dije, de manera poderosa, la flauta travesera de Emilio endulzaba y empacaba todo el entrelazado musical de Quiebra dando un seductor toque de originalidad, belleza y pura armonía. Los solos del propio Tzaraath eran alucinantes, la labor de la base compuesta por Javier y Matoto era estremecedora, en definitiva, no podía haber tenido un mejor inicio esta edición del Purethrash, y el publico por consiguiente supo agradecerlo tras el paso de cada tema hasta el último, “Reencuentros en el Pozo”, absolutamente inédito. Enorme descubrimiento, al menos por mi parte.
Era momento del cambio de banda, era el turno de los sevillanos Docka Pussel (esperadísimos por mi parte), así que el personal aprovechó para paliar su hambre y sed en el bar cafetería de La Bodega Skate Center, (muy bien atendida por cierto), y de intercambiar saludos, presentaciones, opiniones y en general, socializar en un ambiente muy familiar aprovechando la buena temperatura y el espacio que ofrecía la terraza del lugar. Sin embargo, en un suspiro alguien dijo, “vamoh pá dentro que empiesan…”
Docka Pussel
Y ahí estaban, ante mis expectantes ojos y ánimo exultante, mis idolatrados Docka Pussel comandados formidablemente por Zark, una auténtica fiera electrizada, un torbellino de emociones, cielo e infierno desatado sobre una escena la cual dominaba y cogía la medida desde el primer instante. Pero para ello, sus secuaces Floho al bajo, pura elasticidad y serpenteante apariencia, Öjka a la guitarra, excelsa forma de tocar dando del mismo modo un empaque bestial a la base rítmica cerrada por un Luis, impertinentemente genial a la batería.

Su cuidado set list se basó principalmente en su último álbum Underdogs, donde cual cascada, se precipitó inexorable sobre el respetable con temas como “The wistar rats”, la apisonadora “Shaman´s howl”, claramente una de las favoritas del público, o “November”, también muy celebrada.

No escatimaron en energía, fundieron algún que otro tímpano seguro, mezclaron ternura y quietud con andanadas de ritmos furibundos y de ultratumba gracias a la polifacética voz de Zark, la cual se deslizaba sibilinamente por el escenario. Las secuencias por muchos infravaloradas y por otros celebradas, como es mi caso, aportaban una calidad inmensa. Mientras todo eso ocurría, observaba a los que me rodeaban, a mi lado por ejemplo en ese momento se encontraba Chesky, maravilloso y tenaz bajista de Kathew, el cual se unió junto a otros para hacer headbangings recurrentes y acordes a los ritmazos que los Docka Pussel estaban impartiendo sin piedad. En esos momentos solo pensaba en lo bien que estábamos haciendo los congregados en pasar una tarde noche en familia, alrededor de la idea que se fraguó hace ya unos años por parte de los chicos del Purethrash. ¡Qué puñetera felicidad, qué éxtasis!, evidentemente los culpables de todo ello en esos momentos estaban finiquitando una actuación endiablada, soberbia y honesta, fruto de una dedicación y una profesionalidad fuera de toda duda. El objetivo lo habían conseguido, al menos sobradamente para mí, de nuevo.
Tras los merecidísimos vítores, cambio de banda y a departir entre todos (literal) ya que te faltaba tiempo para saludar o agradecer por ejemplo a los chicos de Quiebra su anterior actuación. La verdad es que es un gustazo poder hacer esto en estos eventos en los que puedes compartir sensaciones y realizar devoluciones de las mismas a los protagonistas, a los artistas, una macro sala, un palacio de los deportes, un estadio… eso no lo ofrece, por todo ello soy cada vez más fan de estos eventos pequeños pero realizados con mucho mimo, o evidentemente los conciertos en las pequeñas salas. Hay que ir a esos conciertos, leches!!!
Y he aquí cuando se me presentó de nuevo Sandra, la chica que me derribó de forma accidental en Noviembre del años pasado en La Guarida del Ángel, he aquí la chipionera, (que no chiclanera como escribí erróneamente entonces en aquella crónica), que me reconoció y alegremente recordamos aquella anécdota, como entonces, mostrándose encantadora y muy afín también a apoyar este tipo de eventos. Otro curioso motivo de recordar ese día. Sin embargo, la tercera banda justo en ese momento hacia acto de presencia, y por supuesto había que estar junto a ellos.
Santo Rostro
Provenientes de Jaén, otra banda por descubrir, otro combo que en su estilo stoner rock tirando al doom más sórdido, comandaron la noche ya cerrada, proponiendo su sello e imagen propia. Compuestos como trío dieron un recital muy recomendable, cargado de una súbita energía y generando rampantes emociones, con pasajes muy pesados y cadentes, aunque también es verdad que en alguna ocasión se me hicieron un pelín largos, por ejemplo la extensa “Once again”. Todo se simplificaba mucho cuando el guitarrista Miguel Ortega hacía sus solos complejos y setenteros. La base rítmica conducida por Antonio Gámez al bajo y voz (hermano perdido de Luis Tosar, seguro) y Rafael Zepol a la batería, cerraban una tripleta convincente y muy original, tanto es así que con “Carcasa digital”, de su último álbum, Miguel tocó un sintetizador.

En este caso, Santo Rostro no movió tanto al personal como lo hiciera Docka Pussel pero después de diez temas interpretados, cerrando con la intrincada instrumental de su últimoLP,dejaron una impronta muy buena, incluso a aquellos que como yo a esa hora de la noche estábamos aún bastante energizados. Musicazos como la copa de un pino o más bien robustos como esos olivos de su tierra.
Tras ellos, último descanso antes de InYourFace, quizás los últimos momentos en los que poder charlar con las huestes presentes antes del fin de la jornada conciertil, saldada con nuevos amigos, como David Galeote, escriba de Rock the best Music, Kriss y Joseph de Tooth Unlabeled Society, el propio Javier Pinteño de Quiebra, (pero eso fue mucho más tardío), o semiviejos amigos como los marabuntianos Alberto Olea, Rosita y José Mirpro, los Kathew, Chesky y David Arias, Fer de Purethrash y por supuesto, Sandra (Attack on titans) y su acompañante. Todos ellos encantadores, amables, honestos, simpatiquísimos, de esa gente que se merece ser eterna…
Pero quedaba la última banda, desde Granada se presentaban para quemar las últimas naves, para descuajaringar al personal con su Metalcore furioso y técnico.
InYourFace

Era el momento de reventar La Bodega Skate Center, por lo tanto los metaleros más imberbes dieron un paso adelante y agitaron los cimientos, literal. Temas como “Grassland” o “Savanna”, sobre todo enarbolaron el Metalcore en la noche jerezana. He de reconocer que tengo hoy en día una ligera tendencia a escuchar a diario este género por lo energético, poderoso y evocador que es, además de tratar una temática ecologista. No defraudaron para nada, provocando pequeños e improvisados pogos, alentados por los propios miembros hiperactivos que creía por momentos que iban a saltar sobre nosotros en cualquier momento. Lucas Megías, su cantante, y de forma constante Juanra y David Nieves como guitarras, no pararon ni un momento de pegar botes y haces semi acrobacias en el escenario y casi fuera de él ya que aprovecharon que retirasen los monitores delanteros para moverse por todos los lados que disponían. Si les hubiesen dejado nos patinetes, no me cabe duda que los abrían utilizado. Detrás de ellos, Adrián Saéz golpeaba la batería como si esa noche fuese la última vez que debiera usarla antes de darla de baja definitivamente. La abundancia de secuencias que emplearon, dieron una forma muy potente a su sonido, incluso ante la ausencia del bajo, algo llamativo.

Alternaron temas de su reciente Ep de este año, Seasons, con Wildlife y Artic//Antarctic, así como el penúltimo tema, una versión del Dale Don Dale de Don Omar, la cual me produjo sentimientos encontrados dada la extrema aversión que tengo a ese estilo de ¿música?, aún así fue cortito y aguanté las nauseas. Para subsanar esa sensación, “Ivory Cult” puso cordura y un broche dorado a una actuación furibunda, llamativa y muy distinta por estos lares, con un circle pit como colofón. Banda muy prometedora y que debiera tener más presencia en festivales y salas. Una apuesta de nuevo arriesgada pero acertada de los verdaderos héroes y hacedores de todo lo acontecido esa noche.
Esos merecedores de tan alto reconocimiento no pueden ser otros que Alejandra y Pibodi, dos visionarios amantes de la música que se creyeron capaces de organizar conciertos, consiguiéndolo y generando reuniones de metaleros y rockeros de los de verdad, de los honestos, de todas las edades, ya que incluso había un nutrido grupo de chiquetes que no superaban los diez añitos, eso sí, ataviados con cascos de seguridad para proteger sus afinados y tiernos pabellones auditivos.
En definitiva, esta pareja son de esos que nombré que deberían ser eternos, era sencillo saberlo por el extremo mimo con el que trataron todos los detalles, tanto a todos los asistentes como a las bandas. Así da gusto que te inviten, te insistan y por supuesto que haga el recorrido de un par de centenares de kilómetros ya que la diversión, la excelente acogida y en general, el bienestar de uno, está asegurado… eso, mis queridos lectores, no tiene precio, eso hay que vivirlo, eso es gracias a estos dos modestos y encantadores jerezanos. Tan lejos, tan cerca, depende ya de tí elegir, y yo los elijo a ellos siempre.


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