Roger Waters  24/05/2018  Wizink Center Madrid

Cuando se asiste a este tipo de eventos, ya casi únicos, se va mentalizado de que algo diferente, interesante, nuevo y grandilocuente va a ocurrir. Era la sensación que se tenía de que este concierto iba a ser diferente. ¡¡Por el amor de Jimi Hendrix, que se trataba del Gran Roger Waters!!, el extraordinario ideólogo de Pink Floyd, activista desde que nació, y que ahora, en su eterna madurez nos iba a deleitar con un show para los sentidos, con giros musicales y elaborados medio tiempos, acompañado por un elenco de artistas, ingenieros musicales y arquitectos consagrados en esto de la música, aderezado también por una puesta en escena lumínica más que escénica. 

Con un Wizink Center hasta los topes en su primer día de los dos programados en la capital, a las 21:00 horas se proyectó una Intro ambiental con una voz de mujer cantando en árabe, una inquietante escena en la que aparecía sentada en una duna de espaldas al espectador una mujer mirando al mar en un día espléndido con algunas nubes en el cielo por encima del mar. Para los presentes que desconocíamos de qué iba todo ello, se nos hizo incluso tediosa la espera con tan lánguida proposición. Pero al cabo de menos de  veinte minutos, en esa misma escena grabada comienza a colorearse el cielo de rojo hasta que aparecieron las primeras notas de la Intro Speak to me y Breathe, eclosionando de ese modo Roger Waters y sus hoy por hoy, secuaces y excelentísimos compañeros de gira. Para entonces nos dimos cuenta que el show iba a ser tumultuosamente íntimo.

El dúo de coristas, perteneciente a otra banda indie llamada Lucius, Jess Wolfe y Holly Laessing, se encargaron de apoyar las líneas vocales con brío, sensualidad y una profesonalidad absolutamente  atronadora. Se convirtieron en unas de las protagonistas de la velada, ellas y el carácter reivindicativo, lema durante toda la noche, característico de Waters.

El inicio del solo de bajo de Roger y su trémolo incesante como base de la canción de One of this days del disco Meddle de Pink Floyd, inundó el pabellón, lo eclipsó, empezando a generar un vínculo, ese al que le gusta especificamente al artista británico, el concepto de atención absoluta hacia lo visual y sonoro frente a la escenificación del mismo, músicos enfrascados en su labor y una audiencia espectante y  complacida. Si a eso le sumabas la calidad de cada músico del escenario que acompañaba al Sr. Waters, la simbiosis fue absoluta. Hasta  un total de ocho musicazos, integraban la banda a parte de las susodichas maravillosas coristas.

Las siguientes tres canciones, Time, Breathe (Reprise) y The great gig in the sky, formaron parte del gran repaso a ese grandioso Dark side of the Moon, tercer album más vendido de la historia de la música con 45 millones de álbumes por todo el mundo. Esa era una de las magnitudes con la que nos encontraríamos en la velada. Welcome the machine fue absolutamente sobrecogedora, con una puesta en escena grandilocuente y tenaz, fue una de las favoritas. Fogonazos audiovisuales nos envolvieron y nos sobrecogieron con imágenes del gran ilustrador Gerald Scarfe, que ya trabajó para el video original de Pink Floyd.

No se olvidó de su más reciente album, Is this the life we really want?, con Déja vù, The last refugee y Picture that, todos de corte intimista y reivindicativo. Y es que el lema del concierto basicamente era, “no creas en lo que te dicen, cuestiónalo todo y que no te engañen”, refiriéndose a los indolentes e infames gobernantes que nos representan.

Y llegó de súbito “The happiest of our lives”, “Another brick for the wall” Parte 2 y 3, canciones icónicas que en ocasiones puedes llegar a escuchar una sola vez más en vivo. Sencillamente sublime. Doce niños españoles  ataviados como reos encapuchados formaron en una sola fila frente al público y fueron breves protagonistas, tuvieron la enorme suerte de haber sido escogidos para interpretar parte de la obra del Sr. Waters, ese The Wall al cual se le atribuye su total autoría.

Tras este bloque, el propio Roger Waters anunció que haría una parada de 20 minutos, tiempo más que suficiente para digerir lo que habíamos vivido e ingerir algo de líquido…(zumo de cebada, por ejemplo).

MIentra tanto, en la enorme pantalla, se proyectaban imágenes de frases lapidarias, reivindicativas y de resistencia hacia todos los males sociales y políticos, centrando sus denuncias en personajes tales como Trump, Putin, presidentes autoritarios y demás nefastos influencers en la política. Todo un surtido desalentador y a la vez esperanzador por señalar a los principales causantes del status global y sus errores.

Al cabo de ese tiempo, se desplegaron unos cartelones justo encima de la pista donde se proyectó la imagen de la antigua central eléctrica de Battersea, que sirvió de portada para el discazo Animals. Comenzando a sonar “Dogs”, fielmente cantada por el guitarrista Jonathan Wilson, un portento de músico, un fichaje extraordinario en el Universo Waters, una auténtica gozada verle. La escena final del tema coincidió con la mayoría de los músicos enmascarados en torno a una mesa a modo de festín y brindando, prolegómeno de otra canción icónica, “Pigs”, dedicada (amorosamente) a Donald Trump, con multitud de imágenes, caricaturas y frases míticas y aberrantes del propio personaje, por ello, sobrevolaba por encima de nosotros el famoso cerdo hinchable que ideó hace algunos años el propio Roger Waters. Dicho cerdo, ahora dirigido por drones, también tenía escrito el lema “Stay Human” y “Permanece humano”. Avergonzante, execrable y temerario lo que el presidente de los EEUU representa en el mundo. Roger se encargó de dejarlo bien claro con unas pancartas que titulaban ”Pigs rule the world” y “Fuck the Pigs”. Tremenda ovación recibió por ello, como tremenda fue la acogida del siguiente tema al escuchar una caja registradora. “Money”, ese simpeterno tema, siempre idóneo, siempre efectivo, un clasicazo.

“Us and them” y “Smell the roses” se precipitaron sobre nosotros de manera embaucadora, sutil, embriagadora, y es que el final del concierto llegaba a su culmen final de nuevo con otros dos tema del Dark Side of the moon, “Brain Damage”  y “Eclipse”, encadenadas como en su formato original, enesta última, una pirámide formada por láser, se formaba justo encima de nuestras cabezas. 

Quedarían “Mother”y “Comfortably numb” para el postre final.

 Alguien dijo que era una especie de morfina escuchar a Pink Floyd en ocasiones y con canciones como estas, aquí se demostró sobradamente. Esos solos de guitarra, fielmente realizados por Dave Kilmister resultaron emocionantes, perfectos, demostrando una enésima vez  más que la tropa que acompañaba al bueno de Roger, era inapelablemente excelente. Todo esto coincidiendo con la caida de confetti que rezaba cada uno la palabra Resist!. 

Bárbaro el show, de principio a fin. La palabras más destacadas al final del espectáculo fueron deliete, gozada, asombroso, espectacular… Y lo que más disfruté fue la suerte de poder estar en primerísima fila, gracias a dos amigos, Gema y Luis que me brindaron la posibilidad de, con algo de morro, situarme a escasos cinco metros del artista principal. Aquello fue inolvidable, como inapelable la sensación de que algo así sería muy dificil repetir, sobre todo, simple y llanamente porque Roger Waters tiene 74 añazos, y pese a su relativa buena forma, los achaques de la edad eran más que visible. 

Un auténtico dinosaurio del Rock nos acababa de pasar por encima, nos había devorado el corazón por completo y nos había conquistado para siempre.

¿Hasta otra, Mr Waters?…

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