Black Sabbath: La era Tony Martin (1987 – 1996)

 

El 1 de noviembre de 1987 sale a la venta la resurrección discográfica de Black Sabbath llamada “The Eternal Idol”; una magnífica colección de temas que abrazan el hard rock y el heavy metal a partes iguales, justo lo que primaba en aquella época, alejando todo trazo de pesado doom, el cual sí era fácil apreciar en sus primeros trabajos. Canciones como “Hard life to love” o “Born to lose” no desentonaban con lo que habitualmente se escuchaba en las radios rockeras de esos años ´80 (Whitesnake, Scorpions, Van Halen, Def Leppard…); pero también contenía temas más densos como la propia “Eternal Idol”, con esa atmósfera pesada que mostraba cierta continuidad con respecto al legado histórico de los Sabbath de la década anterior. Además Iommi había sabido rodearse de una sección rítmica de lujo con Bob Daisley al bajo y Eric Singer a la batería.

A pesar de que esta formación se rompería en cuestión de meses, la maquinaria Black Sabbath se había puesto ya irremediablemente en marcha y su siguiente disco (ya con el excelso Cozy Powell como batería) recibió buenísimas críticas y hoy día (visto bajo el prisma del paso del tiempo) es considerado una auténtica joya dentro de su discografía. Esta obra maestra del heavy metal ochentero se llamó “Headless Cross” (1989) y contenía temazos inmortales como “Devil & Daughter” o “When death calls”. Con un Tony Martin perfectamente integrado y más “suelto” que en el “Eternal Idol”, con los mejores solos de guitarra de Tony Iommi en años y con la contundencia de Mr. Powell tras el kit, este disco se convirtió rápidamente en un clásico y devolvía a los de Birmingham a cotas de éxito y respeto que habían quedado en entredicho con los vaivenes de mediados de los ochenta.

La segunda mitad de 1989 estuvo marcada por una exitosa gira europea, con el disco bien instalado en las listas de ventas de varios países y con esporádicos invitados de lujo a sus shows como Brian May (que había colaborado en el álbum metiendo el solo de guitarra de “When death calls”) o Ian Gillan. Seis importantes fechas en Japón y varias más en la emblemática Rusia vinieron a corroborar que los Sabbath estaban de vuelta para quedarse; en gran estado de forma y con una de las mejores bases rítmicas de su historia con Neil Murray y Cozy Powell. Esta formación aparentemente estable (Martin / Iommi /Nicholls/ Murray / Powell) entró en 1990 al estudio para grabar la continuación de su gran “Headless Cross”. El fruto de esos meses de trabajo fue “TYR” un álbum que no cumplió las expectativas depositadas en él ya que, si bien era un buen disco, resultó ser demasiado “limpio”, casi aséptico. La oscuridad típica de Black Sabbath no aparecía por ningún lado y por primera vez en su historia no se trataba en ningún momento el tema del ocultismo / brujería en sus letras.

Era necesario un nuevo cambio de rumbo y la oportunidad para ello la brindó en bandeja de plata el gigante Warner Bros. La compañía puso sobre la mesa una desorbitante suma de dinero para que grabaran un disco definitivo, pero con una condición: esa oferta no era para los Black Sabbath del “TYR”, si no que Iommi tenía que conseguir la reunión de los Sabbath originales. Con Ozzy inmerso en su exitosa carrera en solitario y Bill Ward retirado de los escenarios la tarea parecía poco menos que imposible. Lo que sí consiguió Iommi fue reunir a la formación del “Mob Rules” y así, con Dio, Butler, Appice y el sempiterno Nicholls en la sombra, Black Sabbath grababa un discazo llamado “Dehumanizer” (1992) quedando fuera de la banda (momentáneamente) Tony Martin.

La posterior gira mundial fue tremendamente exitosa (sobre todo en su paso por países sudamericanos como Argentina o Brasil) y culminó de una forma extraña y anecdótica: el 14 y 15 de noviembre de 1992 tenían apalabrados dos shows muy especiales de final de gira en USA en los que el otro grupo a tocar con ellos era ni más ni menos que Ozzy Osbourne; pero como el contrato de Dio terminaba el día de antes (13 de noviembre), basándose en eso, Dio se negó a compartir escenario con Ozzy y el sustituto para encargarse de la voz en esas dos míticas noches fue el “metal God” Rob Halford. Momentazo histórico donde los haya.

Pero… ¿y el bueno de Tony Martin? Pues había permanecido agazapado en la retaguardia sabiendo que la relación contractual Dio / Iommi tenía fecha de caducidad. Así, en 1993, vuelve a ocupar el puesto de cantante de Black Sabbath y vuelve a entrar al estudio para grabar el que ya era su cuarto disco con ellos; un gran disco llamado “Cross Purposes”, editado en febrero de 1994 del que destacaría la inicial “I witness”, la preciosa balada “Dying for love” o la final “Evil Eye” con unas impagables líneas de bajo de Mr. Butler.

En el posterior tour por EE.UU junto a Motorhead y Morbid Angel nuestros protagonistas vuelven a ver, tras varios años de altibajos en la venta de entradas para sus conciertos, el cartel de “No hay entradas” colgado en la taquilla de la mayoría de las salas por donde pasaban.

En 1995 graba Black Sabbath el que sería el último trabajo discográfico de esta etapa. El disco en cuestión se llamó “Forbidden” y, sin ser mal disco, no alcanzaba el nivel de otros discos grabados con Martin a la voz y quedaba a años luz de lo grabado con Ozzy y Dio. A pesar de una extensa gira de 90 shows repartidos por todo el globo terráqueo, la situación no dio más de sí  y en diciembre de ese 1995 se daba carpetazo a toda una era, polémica y exitosa a partes iguales, pasando a ser Black Sabbath una entidad en estado de hibernación.

 

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