“Joder Fer, la próxima vez me llevas contigo a ver a los putos Helloween”
Esta frase la recuerdo perfectísimamente y creedme que para el 25 de abril del 2021 me estaba planteando seriamente invitarle a ello, todo a raíz de la profunda mejora física y mental que había visto en él la última que lo vi y hablé cara a cara en la Sala Nana el martes 10 de marzo, pocos días antes de que nos confinaran. Posterior a ello, me llamó en dos ocasiones, el 30 de marzo y el 23 de junio, donde departimos, hablamos de nuestras experiencias en nuestro día a día y en los planes de futuro, encaminados básicamente a una de nuestras pasiones en común, los conciertos en directo. Cómo me alegré de verle tan espabilado, atento y centrado en esta última época, verbalizándoselo pese a que él no le daba importancia. Genio y figura.
La noticia de la desaparición de Woody de este mundo nos ha tocado a muchos profundamente porque fue un personaje de esos más que ilustres, que estaba en todos los garitos, conciertos, eventos de rock… Era el Woody, omnipresente, un semi Dios de la birra que se te podía colgar toda la noche con una verborrea desquiciante y al día siguiente cuando te preguntaban con quien habías estado, lánguidamente contestabas, “con el puto Woody”. Pues eso no va a volver a pasar, eso no ocurrirá, un infarto es la razón, ni destino ni ostias, simplemente ha pasado de existir, “buah, yo paso”, solía decir. Este ejemplar humano tan peculiar no va a volver a cansinearnos, ni a invitarnos a una birra, o a que nos diga que le invitemos, ni a contarnos sus mil peripecias, ni a decirnos otra frase suya… “¿te puedo pedir un favor?”.
Recuerdo ahora con simpatía, entonces no demasiada, cuando de regreso de un concierto en Puertollano de la Sala Krater Rock hará más de dos años, que durante el trayecto en torno a las 3 y pico de la mañana, hizo que aquellos cerca de 40 kilómetros hasta Ciudad Real fueran unos de los más largos de mi vida. Me daban ganas de abrirle la puerta y dejarlo en la cuneta, aquello que se piensa de “en qué momento me ha pedido que lo llevara de vuelta y yo he accedido a llevármelo porque se había quedado tirado allí”. El muy cabrón era capaz de sacarte de tus casillas, incluso al más paciente, pero también era un tío estupendo, de esos que cuando lo veías te alegraba, de esos que decías, “je, no podía faltar el Woody aquí”. Era singular, era especial, con sus cosas, como todos, pero era un ser imprescindible, un sujeto único e irrepetible. ¿Me podéis decir quién no conoce al Woody en Ciudad Real y parte del extranjero?.
Me consta que a nosotros, a los componentes de Windmill nos apreciaba más de lo que pensábamos. Él, desde su hijo Radio Rockefort se esmeraba en meter contenido metalero actual, en combatir el “puto reguetón de los cojones” como decía con esa voz rajada y fanfarrona, y de la noche a la mañana, en estos tiempos tan aciagos, extraños y de emergencias, el Woody se esfuma. No era lo apropiado, no era el momento, Javier, pero el infortunio se ha apresurado contigo.
Desde lo más profundo de nuestro corazón, te vamos a extrañar muchísimo, más de lo que hubieras creído, vamos a brindar por ti, hablaremos de ti, nos reiremos contando peripecias contigo, incluso así vas a dar que hablar, diremos aquello de… “-¿Y con quien estuviste anoche?-, -no me acuerdo, pero estuvimos hablando del puto Woody-”
R.I.P.
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