30 años ha cumplido Operation: Mindcrime de Queensrÿche. He de confesar que, cuando cayó en mis manos (un par de años después de su lanzamiento), yo ni había oído hablar del metal progresivo y, para ser sincero, tampoco me preocupaba ni entendía demasiado (y aún sigo) de estilos musicales. Por otra parte, ya había leído algunas reseñas en revistas, y venía avalado como uno de los mejores álbumes de metal del 88 (y de la historia), y Geoff Tate como uno de los mejores vocalistas del momento. Tampoco soy demasiado aficionado a los rankings, por aquello de la subjetividad. El único ranking válido para mí es el mío propio de los discos que más veces he escuchado, y Operation: Mindcrime se encuentra muy arriba en el top ten. Desde el primer momento en que empecé a escuchar los redobles de Anarchy X y a continuación, sin pausa, Revolution Calling, pensé que, si había una forma explosiva de comenzar un disco, era aquélla. Ante tal arranque, cabía el temor de que la cosa decayera, pero no fue el caso. Las canciones se iban sucediendo, enlazadas sin apenas descanso por breves pasajes instrumentales o pequeñas partes habladas, lo justo para darnos un respiro, para luego volver a subir la intensidad a lo más alto. Y así, una tras otra, hasta el final. Y después del final, la pulsión irresistible de repetir una y otra vez, tanto que, durante meses, rara vez salió del equipo de música.
A veces los astros se alinean y suceden estas cosas. Un cantante prodigioso, unos músicos técnica y compositivamente en estado de gracia y por supuesto, ya que estamos hablando de un álbum conceptual/ópera rock, LA HISTORIA. Así de fácil.
Y esta banda de osados melenudos (crestudo, en el caso de Tate) se atrevió a contarnos la historia de Nikki, un yonki de ideas radicales que despierta en un hospital y empieza a recordar cómo el Doctor X, líder de un grupo revolucionario, le lavó el cerebro, lo mantuvo bajo su control mental y lo convirtió en un asesino aprovechándose de su adicción a la heroína y del amor que siente hacia Mary, una monja a la que el Padre William, un cura amigo del Doctor, obliga a prostituirse. Un argumento que recuerda vagamente a “El Mensajero Del Miedo” con ciertos aires distópicos a lo “1984”.
Radicalismo político, drogas, lavado de cerebro, asesinato, religión, una puta/monja y un cura proxeneta. Con esos elementos ¿qué podía salir mal? El éxito estaba garantizado. Y si bien con su siguiente trabajo, “Empire”, consiguieron mayores réditos comerciales, es en Operation: Mindcrime, por su enorme complejidad, donde se encuentra el culmen creativo de Queensrÿche.
Y esto nos lleva a 2018. Muchos fans habrán tenido el sueño de ver a los Queensrÿche originales encima del escenario aprovechando este aniversario, pero los caminos de Queensrÿche y Geoff Tate se separaron hace tiempo y Chris De Garmo lleva fuera de la circulación cerca de dos décadas. Atrás quedan aquellas representaciones cargadas de excesos lumínicos y visuales que fueron recogidas en el DVD “Operation: LIVEcrime”. 30 años después, con unos cuantos kilos de más y unos cuantos pelos de menos, Tate nos ofrece un espectáculo mucho más crudo, despojado de toda parafernalia técnica, pero a la vez más centrado en la música y más cercano en relación al espectador. Ya no es el cantante de heavy metal de antaño, pero su voz y su presencia en el escenario todavía imponen.
Y la historia vuelve a empezar. De nuevo los redobles de Anarchy X y las pulsaciones subiendo; otra vez la sucesión de temas a ritmo galopante; volver a sentir la opresiva atmósfera de Suite Sister Mary… todo sin pausa, hasta llegar al desenlace final con The Eyes Of A Stranger y sólo a su término, recuperar el aliento, rememorar aquella primera escucha y entender por qué este disco me sigue acompañando 30 años después.
Ahora recuerdo…
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