Uno de los festivales con más solera de la provincia, el daimieleño Brujas Festival, llegaba a su decimotercera edición y, si bien adolecía de la presencia de algún llamativo cabeza de cartel (en años anteriores han pasado por aquí bandas del calibre de Soziedad Alkoholika o Hamlet), seis grandes bandas por siete euros era un motivo más que suficiente para pensar que el éxito de asistencia estaba asegurado. Nada más lejos de la realidad, ya que tan solo algo más de doscientas almas nos dimos cita en el evento. Teniendo en cuenta que se celebraba en el Auditorio Municipal de Daimiel, con capacidad para unas 15.000 personas, el aspecto (más que vacío desangelado) del magno recinto era deprimente. Una verdadera lástima.
En lo estrictamente musical, los locales VALLBONA & THE BLUES LIARS fueron los encargados de romper el hielo intentando transmitir calor a la inmensa explanada vacía con su blues rock.
Con un formato de power trío y presentando su “El brillo entre las ruinas”, he de decir que me gustaron bastante y creo que esa fue la sensación generalizada entre los asistentes, que supieron valorar la profesionalidad y la actitud de esta banda de Daimiel ante un Auditorio prácticamente vacío.
El sonido estuvo aceptable: aunque la batería nos llegaba algo apagada y opaca, la guitarra sí que brilló con luz propia y las líneas de bajo se apreciaban nítidas y precisas. Fueron algo menos de tres cuartos de hora de buen y contundente blues rock que nos dejó buen sabor de boca y nos preparó para el siguiente grupo en salir a escena.
BONES OF MINERVA: Estás cuatro jóvenes de la sierra norte de Madrid están dando guerra desde el 2013 y demostraron más tablas sobre el escenario de las que se les podría suponer por su corta edad.
Venían presentando su disco “Blue Mountains”, el cual descargaron casi íntegro. Salieron a darlo todo desde el minuto uno, y eso que en el primer tema del bolo tuvieron que parar en seco al comprobar que la guitarra de Ruth no se oía.
Una vez solucionado el problema volvieron a comenzar el show como si no hubiera pasado nada, destripando su postgrunge con una intensidad digna de alabar.
A destacar Blue, su cantante, que hizo un gran despliegue vocal, pasando de chillones agudos a tremendos guturales con una facilidad pasmosa, además de deleitar al escaso público con una gama intermedia de registros y tonos alucinante.
La sólida base rítmica que formaron Nerea a la batería y Chloe al bajo hicieron el resto.
No es un estilo musical que me atraiga pero reconozco que Bones of Minerva realizaron un buen show, dándolo todo contra viento y marea (problemas iniciales con el sonido, poco público…). Enhorabuena, chicas!.
Llegaba el turno del primer plato fuerte de la noche con EVIL IMPULSE, que como es habitual en ellos salieron a romper cuellos y con actitud 120% cañera.
Toño, Victor, Alex, Pedro y Rodri se plantaron en el escenario del Brujas para sin dilación ni preámbulo alguno soltarnos un “The Great Dunghill” que desencadenó los primeros pogos y headbanging de la noche.
Basaron su set list en su gran “The Unbroken Ritual”,del que cayeron hasta ocho trallazos, incluyendo mi favorita “Valley of Silence”; sin olvidarse de su “Who´s gonna kill who?” en forma de “Ancient Paradox” con la que la gente se volvió literalmente loca (no en vano era la banda, con diferencia, de la que más camisetas se veían por el recinto).
Para el final del show nos tenían preparada una agradable sorpresa, subiéndose Esteban de Grapeshot y Krazark a cantar el “Redneck” de Lamb of God… con algún que otro espontáneo que se subió (nos subimos) a hacer el cafre encima del escenario con ellos.
La acelerada “The Unbroken Ritual”( único tema de su discografía en castellano) puso el colofón perfecto a un gran concierto que tan solo un tuvo una pega: no sonó todo lo potente que nos hubiese gustado; y es que el groove thrash metal de Evil Impulse, cuando notas que te golpea en el pecho, te lleva a otro nivel de brutalidad.
Era comentario generalizado que al sonido le faltó algo de “chicha”. Eso sí, en el aspecto musical y de actitud, un 10 para ellos: venían de tocar en festivales tan grandes como el Otero o el Leyendas y está claro que van a más. Grandes!!!
Otro de los platos fuertes de esta edición del Brujas Festival venía en forma de hardcore desde Hernani: los jovencísimos MELTDOWN salieron a comerse el mundo con una hiperactividad y desenfreno desconcertante.
Temas como “Rip out my eyes” o “Titans” de su reciente trabajo discográfico “From this day to the grave” resonaron en el cielo de Daimiel.
El sonido acompañaba (ahora sí sonaba potente y nítido) y Sasu, Julen, Amunda, Bittor y Pablo pusieron a bailar al respetable con andanadas que recordaban a los Agnostic Front de los inicios pero “modernizados” con elementos post-hardcore a lo Bless the Fall.
Una mezcla explosiva que salió airosa de tierras manchegas.
Llegaba la hora del cabeza de cartel de esta XIII edición del Brujas: SONS OF AGUIRRE & SCILA.
Llamados a ser claro referente del rap metal de este país como lo puedan ser hoy día Narco, Def con Dos o mis queridos granadinos Hora Zulú; dieron un señor concierto y fueron los que más gente aglutinó en la valla, hasta ahora más dispersa por todo el recinto.
La acertada mezcla de las curradas y ácidas letras de los raperos WillyLex y MC Endesa con la contundencia musical de los alicantinos Scila puso a botar al escaso público del Brujas.
Esa mezcla de sonoridades queda perfectamente plasmada en su disco “Azul/Rojo”, el cual desgranaron casi en su totalidad.
Temas como “La cigarra y la hormiga”, “Velociraptor vegano”o “Mata a tu coach” fueron una verdadera inyección de adrenalina. Gozaron de gran sonido y lo supieron aprovechar para meterse a la peña en el bolsillo. Quizá los grandes triunfadores del Brujas 2018.
El marrón de cerrar el festival ante unas 100 personas les tocó a los catalanes BAD MONGOS.
Chris (vocalista y guitarra), Carlus (guitarra), Pks (bajo) y Pifa (batería) presentaron su álbum “Shoot the bullet” bajo una imponente luna llena que permitía observar los cansados caretos de los valientes que aún quedábamos por allí.
Los precios populares de la barra que incitaban a acudir a ella más veces de las necesarias empezaban a pasar factura y ni el rocoso punk rock de los de Girona, que sonaron muy contundentes, consiguió hacernos olvidar que eran más de las cuatro de la madrugada.
Seguro que en otras condiciones habríamos disfrutado mucho más de Bad Mongos.
Era hora de volver a casa, guiado en la carretera por esa preciosa luna llena que nos había observado toda la noche y pensando qué, ojalá, el año que viene haya una decimocuarta edición del Brujas Festival.
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