1968: Sala Nana  14/06/2018

Queridos lectores, cierre de temporada en Nana bien sonoro, y cuando digo bien sonoro me refiero a que aún tenemos los tímpanos algo afectados. 1968 venían con su propia vitola de “Fuckin´ load as Hell” o lo que es lo mismo, “os vamos a destrozar vuestros oídos con nuestros cañonazos sonoros provenientes de las influencias de hace 50 años”… y así fue.

Con un muy buen aspecto en cuanto a público, la sala Nana se despedía a lo grande, con Rock psicodélico clásico a la vez que moderno y potente, con una noche de sudor y riffs sangrantes, en definitiva, con una banda que no dejaría a nadie indiferente.

Abrirían la velada con McQueen, con una saturación tremenda que fue aliviándose conforme avanzaba el show  y que el respetable público fue agradeciendo, ya que no estábamos acostumbrados a dicha sonoridad, a la potencia más propia de los lugares donde solían tocar 1968 en su Inglaterra natal. Y es que parece ser que ellos deben tener una especie de filtro auditivo porque la sensación generalizada era que de un momento a otro, comenzaríamos a sangrar por nuestros pabellones auditivos. Y como lo importante es la música, no volveré a hacer referencia a este aspecto que para algunos sí que fue importante.

Duchess emergió como segundo tema de la noche, cruda, sucia y magnífica, con un Sam Orr a la guitarra desatado a las primeras de cambio, sin conceder nada, sin reservar nada. A Tom Richards (The Bear) atizando el bajo como un poseso. A Dan Amati a la batería pegándole a los gigantescos aéreos, más propios de recintos enormes, como si fuese su última actuación, y a Jimi Ray Coppack a la voz con una actitud propia de las mega estrellas. La fórmula estaba hecha, y se estaba sirviendo a fuego fuerte.

 

Y en estas que aparece War Dogs, otro trallazo al más estilo Hendrix, con un cambio de ritmo espeluznante para luego retornar al hipnotismo inicial. Simplemente sublime, de las mejores de la noche. Marauder continuó por la senda psicodélica y embaucadora, con sonidos evocadores de otra época, una guitarra extensa y un bajo machacón, que a su vez, Green Sails se encargó de prolongar, más animada, destroza cuellos, y de nuevo con un estupendo cambio de ritmo demoledor, más heavy y contundente que hizo elevar el ánimo del personal, y que de un modo u otro, relanzó el concierto y nos despertó de un cierto letargo por el desconcierto inicial dada la excesiva sonoridad del show… pero de eso no vuelvo a hablar, creo.

Devilswine y Screaming Sun, ambas del último disco “Ballads of the Godless”, se deshicieron en amalgamas sonoras de riffs pesados, la voz Jimmy más oscura y una base rítmica serpenteante, a veces monocromática, a veces endiablada y las más, íntima. Como intimista comenzó “Temple of the Acidwolf”, pero sólo como inicio, porque retornaron a esa oscuridad en forma de tema que recordaba a una época repleta de excesos y desinhibiciones. 

Chemtrail blues cerraría momentáneamente el repaso a su nuevo trabajo del mismo modo que los tres temas anteriores. Nada excesivamente nuevo pero sí extrañamente familiar. Los asistentes ya nos habíamos hecho a estos ingleses y el concierto estaba dando sus últimos latigazos, por lo que Fortuna Havana, nos dejó un enorme sabor de boca, por haber escanciado una de las mejores canciones de la banda, rítmica, característica, intensa y atrayente, con su  ritmo incesante y claro.

Faltaban The hunted y Vorpal para cerrar un concierto ciertamente entretenido, del cual todos teníamos enormes expectativas, y que se cumplieron pese a, lo señalaré por última vez, el exceso de saturación que desconcertó a la mayoría del personal que acudimos, pero que se solventó y dejó ver la enorme calidad que atesoraban 1968. Sinuosos, oscuros, potentes, no dejaron respiro ni espacios de silencio, coparon todo y se movieron farragosamente por terrenos mil veces explorados que los hicieron vírgenes. Una auténtica experiencia muy difícil de olvidar, y que necesariamente habrá que recordar.

Thanks, bros, the sixties are back!!!!

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