Tras el descalabro que supuso el disco «Prisoners in paradise» (1991), la banda sueca entró en un impasse que se rompió doce años después con su vuelta en el año 2003.
Al cansancio de una actividad frenética durante la década de los ochenta, se le sumó que la llegada de los noventa con el grunge y las primeras bandas de metal alternativo, hizo que todo lo que olía a hard rock o heavy metal se quedara fuera de onda.
Su primera producción después de su vuelta «Start from the dark» (2004) vino a dejar claras dos cosas: que no pensaban vivir de las rentas y que los Europe de los ochenta se habían acabado para dejar espacio a una propuesta que sin abandonar el hard rock, contaba con un aura más oscura, afinaciones más graves y un toque más contundente en según que momentos. El tema homónimo, con sus iniciales voces a capella es revelador de la dirección que llevaba la banda, seguía siendo rock pero con una producción más moderna acorde con los tiempos y unas guitarras más duras integradas en un aire un tanto blues rock setentero.
Juegan con las dinámicas muy bien, ya que tras el arpegio de «Always the pretenders» explotan en un derroche hard rockero con una producción muy moderna en la que llama la atención los retazos de electrónica y los efectos en la voz de Joey Tempest. «The getaway plan» insufla energía hard rockera de poso más clásico, pero sin ese toque desenfadado de sus inicios, que deja paso a mayores dosis de mala leche. «Wish I could believe» está mas cerca del sonido de bandas como Creed que del hard rock glam que practicaban en los ochenta, un medio tiempo de aire alternativo apoyado por una sección de cuerda.
En «Let the children play» siguen manteniendo los arreglos orquestales en un tema que juega con la dualidad de contar con unas contundentes guitarras y un melódico estribillo, cabe destacar el coral tramo final plagado de voces de niños. Por si esto fuera poco, en «Human after all» dan un par de vueltas de tuerca con un áspero tema dominado por el contundente bajo que atruena la base rítmica. «Love is not the enemy» representa muy bien el espíritu del disco, crudeza Hard rockera conjugada con las quedonas líneas vocales de Joey Tempest.
No podía faltar una balada como «A mother’s son», los años no hicieron mella en ellos y seguían ofreciendo cortes tan afortunados como este. Encaran el final del disco con «Forever traveling», de aire más sobrio y con un electrizante estribillo para llegar al fin del trayecto con «Brave and beautiful soul» que cuenta con hechuras de hitazo perdurable y «Devil sings the blues, donde los arreglos de cuerda se mezclan con guitarras acústicas y eléctricas logrando un bonito contraste.
Si nos dijeran que son otro grupo nos lo podríamos creer perfectamente. En cualquier caso es un gran disco a la altura de los músicos que hay en él, aunque para algunos de sus seguidores más veteranos fue un álbum extraño/diferente, el paso de los años no sólo ha sido benevolente, sino que lo ha posicionado como el gran trabajo que es.
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