Shiraz Lane en Sala Nana 07/11/2017

Lo que debería haber sido una tarde noche común, con un horario programado de llegada al local, montaje y prueba de sonido, un pequeño ágape de bienvenida, maquillaje, cardado de pelo y listos para comenzar el show de Shiraz Lane, se truncó con un inesperado fallo mecánico de la furgoneta que les trasladaba desde tierras catalanas. Se quedaron a tan sólo 35 minutos en coche, sin embargo esto hizo que llegaran casi a la hora de comenzar el concierto, cuando las casi 100 personas que presenciamos el evento estábamos esperando en la puerta de la sala en una gélida noche. Tras otra expectante espera, después de los ajustes técnicos pertinentes y una breve prueba de sonido, el concierto comenzó, que era la más importante de la noche.


Aparecieron en una sala llena entre vítores y brazos en alto, arrancando con Wake Up, de su primer y único álbum hasta que salga el segundo en febrero del año que viene como ellos mismos anunciaron. Dejaban a las claras de qué iba a tratar la película, tanto para los que conocíamos su estilo y trabajo como para los sorprendidos por escucharlos por primera vez, estribillos pegadizos, riffs potentes, base contundente con aroma glam ochentero y una voz con agudos increíbles. Y es que Hannes Kett tiene todo para liderar una generación de savia fresca, divertida, desenfadada y de enorme calidad vocal. Con una estética muy cuidada, todos los miembros, de envidiable edad, desplegaron poses, movimientos eléctricos y una enorme calidad musical. Tan predecibles como sorprendentes, tan típicos como novedosos, tan jóvenes como curtidos por la cantidad de conciertos que llevaban acumulados en sus equipajes. Y es que ya habían girado por más de medio mundo con tan sólo un disco. Eso demostraba a todos que lo que estábamos viviendo con ellos era algo irrepetible si te parabas un momento para pensarlo.
Carnival Days, del futuro segundo álbum entró de inmediato a escena pese a que era inédita para la mayoría, muy en la línea y estilo de los temas del primero, y que daría paso a la super glammera Momma´s Boy. Por supuesto, los Shiraz Lane destilan reminiscencias de muchísimos grupos que se nos venían a la cabeza (Skid Row, Guns N´Roses, Danger Danger, Cinderella, Poison, Hanoi Rocks, LA Guns, The Darkness…), pero estos chicos estaban imprimiendo un punch especial, eran pura energía desatada, alegría para los oídos y unas enormes ganas de saltar y moverte como muchos lo hicimos hace unos años. ¿Eso es meritorio?, si te lo pasas bien, es suficiente, es lo necesario. Por eso, un martes por la noche pagas una entrada de precio irrisorio y te reencuentras con gente increíblemente afín en estos sentidos. Por todo esto mola el rock.


La siguiente fue Begging for mercy, de esas canciones que te hacen sonreir y mirar a tu alrededor para observar a la peña, poniendo la misma cara de felicidad, a botar se ha dicho, a aplaudir y a engancharnos con Harder to breathe, más seria pero de enorme calidad. Los guitarras Miki Kalske y Jani Lane se enfrascaban en sus labores de forma espléndida y meticulosa, sin parar de moverse, acompañados por Joel Alex al bajo, y que demostraba también una soltura envidiable, técnica depurada y muy buenos coros de la vieja escuela. Y qué decir del batería Ana William, enfrascado habilidosamente en el viejo papel de secundario pero eficaz, contundente y farragosamente técnico. Como resultado, todos habían conformado un combo compacto, casi perfecto. Si continúan por esta línea, darán que hablar, y su paso por la Sala Nana la contemplaremos en el futuro como algo testimonial, como algo que fue único. Suertudos fuimos, ya lo veréis.


Con People like us y Shot of life del futuro nuevo disco, la intensidad no descendió ni un ápice, si bien es cierto que cuando escuchas temas inéditos te quedas expectante, también te suena fresco y novedoso. Siempre es gratificante saber que quizás seamos los primeros en escucharlos a lo largo de la gira hasta el momento, como así fue con la segunda. De hecho, el set list preparado para esta noche, era el más largo hasta el momento, y eso nos convertía sin quererlo en unos afortunados, se mire como se mire.
La divertida Story to tell de su EP anterior al primer álbum, entró cual jovenzuelos paseando de buen rollo, así como Same Ol´ Blues, dándonos otro pequeño respiro. Pero llegó la gran sorpresa de la noche. Un Jam de cuatro temazos históricos del rock, Seven nation army de White Stripes, Another one bites the dust de Queen, Another brick in the wall de Pink Floyd y el Walk this Way de Aerosmith. Simplemente sublimes. Indescriptible la cara del personal y el entusiasmo con la que acogieron dichos cortes engarzados brillantemente. Y todavía quedaba la traca final.


Con un ligero atisbo de finalización del concierto y los pertinentes “oes oes” iniciados por un par de grandes e incautos agitadores, relanzaron la energía latente con For crying out loud, un cañonazo hecho canción y que era el preámbulo de otro tema que se convertirá en todo un himno, Mental Slavery, para muchos una alegoría del Monkey Business de los Skid Row.
Out there somewhere sería casi el cierre de una noche increíble, aciaga de inicio y solventada con profesionalidad, energía y buen rollo al final. Pero casi todos sabíamos que quedaba un último cartucho en la recámara, la última canción de un grupo que con toda seguridad no volvamos a ver por estas latitudes, simplemente por espacio, logística y porque van a necesitar enormes salas para saciar el hambre por verles. Ni más ni menos que Livin´on a prayer de Bon Jovi, ultracoreada por el personal y que supuso el cierre perfecto de unos entregados fineses llamados Shiraz Lane.
Lo vivido por los presentes tras lo acontecido, nos lo guardaremos (o no) en el baúl de los buenísimos momentos vividos en Nana, dando de nuevo las eternas gracias a Jose, nuestro mecenas y guía del Rock, y a la gente que se acercó un frío martes de Noviembre para vivir in situ una de las mejores actuaciones que hayamos presenciado hasta la fecha.
Se on se, ystävät!

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