Tool: Aenima

Reivindicar el Aenima de Tool es reivindicar los tiempos del walkman y lo que me ayudó a sumergirme en ambientes progresivos. Es reivindicar una época en la que descubrías canciones fascinantes que en un principio no te habían molado solo por no rebobinar la cinta para no gastar pilas (aunque siempre nos quedaba el socorrido boli bic).
Pero empecemos por el principio.
Tool irrumpieron a mediados de los 90 con una propuesta que iría a contracorriente con todo lo que se llevaba en aquella década. Para el rock fue una década marcada por lo general, salvo contadas excepciones como Marilyn Manson o Rob Zombie, por un pretendido(y en algunos casos pretencioso) halo de realidad, empezando por aquella clase media de Seattle que coqueteaba con drogas y descubría los discos de Led Zeppelin o Black Sabbath de sus padres y acabando por los grupos extrarradio de Los Ángeles que se habían criado entre la rabia del rap y los discos de Sepultura. Justo ahí en medio, cuando el Grunge mostraba ya claros síntomas de agotamiento y el Nu-Metal empezaba a despuntar es cuando Tool nos regaló este oasis que nos arrancaba de la realidad y nos elevaba a otros niveles, dimensiones y universos interiores.

A Tool ya les tenía fichados por mi afición a grabar cintas de Videoclips de la MTV por las noches de verano y los vídeos de Sober y Prison Sex me habían llamado la atención. Pero fue en el 96 cuando publicaron el Aenima y abrieron un universo para muchos de nosotros. Por aquellos entonces el acceso a la música consistía en comprarla directamente o esperar a que un colega (en la mayoría de los casos su hermano mayor) se comprase el disco que ansiosamente esperabas y expandiera el virus a base de cassettes vírgenes. Esa espera contribuía aún mas al estatus de grupo de culto para muchas bandas, y para Tool aún más. En una época en la que todo se enseñaba y el apogeo del rock en la MTV estaba en sus mejores días los californianos optaron por el secretismo y hermetismo, publicando muy pocas fotos de promoción y evitando que hubiera documentos gráficos de sus conciertos. El grupo relegaba a la imaginación del fan todo ese universo sonoro que creaban y mostrándolo solo y con cuentagotas en excelentes videoclips donde nunca aparecían ellos, todos obra de Adam Jones, guitarrista del grupo y diseñador de maquillaje de efectos especiales en películas como Pesadilla en Elm Street 5 o Parque Jurásico, entre otras.

El secreto de este disco es que , aún si no te fascina de primeras, tienes esa sensación de que es una obra que tiene muchas cosas que ofrecerte si profundizas. Todo es oscuro, atmosférico y con una lírica igualmente misteriosa y ambigua.

El disco abre con Stinkfist ,que fue el primer single, y aunque se muestre denso e irregular de primeras es posiblemente el tema más accesible y una carta de presentación perfecta. La temática de la canción es un paralelismo entre la presión que estamos sometidos por los problemas derivados de nuestra sociedad y la práctica del Fist-fucking (penetración anal o genital con un puño), a partir de aquí sabrás que no será fácil, aparte ya has empezado a darte cuenta de la importancia de Justin Chancellor como pieza orgánica fundamental en toda canción de Tool con su línea de bajo. Luego viene la maravillosa Eulogy, y el grupo ya te mete de lleno en la dinámica progresiva, éste es el momento en que te das cuenta que Adam Jones no está aquí para hacer punteos virtuosos, está para crear atmósferas y en ese apartado es único, es fundamental para entender el universo Tool, muchos consideran que la letra es una conversación con Jesucristo.

Llega el tercer corte, llega H, y posiblemente la canción favorita de este grupo para un servidor, es cuando descubres que a partir de ahora renuncias a toda religión para seguir hasta la eternidad los pasos de Maynard James Keenam, haga lo que haga, con A Perfect Circle, con Puscifer o si le da por sacar un disco de eructos, uno de los cantantes más carismáticos de los últimos 30 años. Como con todas las letras de Tool no hay nada asegurado, pero se piensa que la canción trata acerca de un episodio cercano a la muerte del propio Maynard por sobredosis.

Tras un interludio llega Foty six & 2 que trata sobre un hipotético siguiente paso evolutivo de la raza humana, el propio título de la canción se referiría al número de cromosomas que tendríamos, una maravilla de canción que parece que va en bucle y van introduciendo matices hasta acabar en su apoteósico final, es cuando uno se da cuenta de que, tanto a nivel técnico como a nivel compositivo estás escuchando a uno de los mejores baterías de la historia, a sus pies siempre Sr. Carey.

Luego aparece la coña de Message to Harry Manback, una grabación de un contestador automático que mandó un compañero de piso italiano de Maynard insultando porque lo había echado del piso, la música de fondo es de Tool, por supuesto.

Después viene la cañera Hooker with a penis, supuestamente basada en una conversación que tuvo Maynard con un conocido que le dijo que era fan de la banda desde el principio y que pensaba que musicalmente se habían vendido, esta canción es su respuesta.

Intermission hace de introducción de la poco valorada Jimmy, a mí esta canción me sigue pareciendo una maravilla. A estas alturas del disco uno ya va nadando en atmósferas extrañas pero poco a poco se va volviendo más oscuro.

La auténtica frikada del disco Die Eier Von Satan, es básicamente una receta para hacer galletas de hachís pero en alemán (con tono efusivo, a lo mitin nazi) con un fondo industrial.

Para un servidor a partir de ahora llegaría la segunda parte de la obra, o cuando empieza el desenlace, una maravilla igualmente. Volvemos al concepto total del progresivo con Push It, otra obra maestra que nos guarda el disco, con una profunda reflexión sobre las tentaciones y cómo gestionarlas, lleno de pasajes alucinantes y uno de los mejores finales que nos ha regalado Tool en su carrera.
Otro interludio con voces distorsionadas de bebés y aparece  Aenema, que básicamente trata sobre la purificación del alma (Aenema es una mezcla entre Ánima y Enema) y una de las canciones más reconocibles de la banda, por estructura y por su estupendo videoclip.
Ya queda menos y nos acercamos a su larguísimo final con (-)ions, interludio para disfrutarlo en estéreo antes de escuchar las palabras del controvertido monologuista Bill Hicks, fallecido apenas dos años antes de la publicación del disco. Era tal la admiración que le profesaba la banda que le acabaron por dedicar la obra (de hecho una pintura de su persona ilustra el interior del libreto) y parte de un monólogo suyo sirve como introducción en la espectacular Third Eye, tema que cierra majestuosamente el disco. Un tema claramente progresivo y temática espiritual en búsqueda del tercer ojo, la glándula pineal de nuestro cerebro por un camino lisérgico.
En definitiva, una maravilla de disco que me descubrió a 4 músicos únicos. Que me enseñó que un disco no es solo la suma de sus canciones, es un concepto en el que el orden de los interludios y los temas es fundamental para entender el propósito del mensaje que nos quiere enseñar la banda.
Un disco que  a un servidor le dio pie a intentar descubrir otros tipos de música no tan accesibles.
Un disco que me enseñó a querer profundizar en lugares que requieren un esfuerzo por parte del receptor.
Un disco que me enseñó que si le prestas un mínimo de atención a esas canciones que te quieres saltar para escuchar solo las que te molan vas a acabar dándote cuenta de que eran incluso mejores.
Porque la mayoría de las veces lo que importa no es el destino, sino el viaje.
Volvamos al walkman, aunque solo sea como idea pero joder, volvamos al walkman.
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