La larga sombra del padre. Bonham: The Disregard of Timekeeping (3ª parte)

Viene de aquí

Las consecuencias fueron las lógicas, junto a la mofa de una crítica carroñera, una gira extenuante dio paso a un segundo disco algo flojo que, sin la producción de un sabio que guiara al grupo (Tony Platt no es Bob Ezrin) y con los egos desatados, dio al traste con el grupo y sus componentes… o sería mejor decir que acabó con la arrogancia de Jason, porque a la larga se ha visto que el hijo de Bonham es bueno, muy bueno, y que él es un trabajador con una visión que nadie le va a quitar…
Y ahora vayamos a las canciones…
The Disregard of Timekeeping comienza con una introducción ambiental homónima, como de tormenta que se avecina, muy del gusto de Erzin, para, de golpe, arrancar con  «Wait for you», una mezcla de «Kashmir» e «In The Evening», con unos arreglos sutiles de cuerda y un desarrollo redondo que hacen que la mueca del principio se torne gloriosa sonrisa cómplice. La siguiente, «Bringing me down», es más deudora de Zeppelin si cabe, con Daniel Macmaster aullando como un sosías de Plant sin complejos sobre un riff robado de las sesiones de LZII; sin embargo, la llegada del estribillo la convierte en una especie de poción mágica que la convierte en un pelotazo. «Guilty» es un juguete en manos de Jason, en donde se explaya a conciencia rindiendo tributo a su padre en una más que resultona canción.

«Holding on Forever» es lo que Plant y Page deberían haber compuesto para el último disco de Led Zeppelin… Cuando uno llega a este punto del disco, hay algo que hace que no puedas quitarlo del reproductor, dejando de verles como a unos Led Clones (como diría Gary Moore, Bonham no estaban ofreciendo lo que ofrecieron Kingdom Come en su primer disco), y es por culpa de unos estribillos luminosos que remarcan todas las canciones… Que la cosa no es solo un resultón pastiche lo demuestra definitivamente la siguiente canción, que cerraba la cara A, donde Ezrin mete mano a conciencia, haciéndoles sonar como renovadores de un legado musical más que como unos epígonos rozando la parodia. «Dreams» comienza con otra introducción típica de Bob, cinematrográfica, con ruidos ambientales de pasos y puertas y una línea de piano que se repetirá a lo largo del tema, firmando una más que preciosa y perfectamente elaborada composición de un progresismo light pero sumamente jugosa. La cara B se abre con otro despiporre típicamente Zeppeliniano llamado «Don´t walk away». El contrapunto lo da la siguiente canción, «Playing to win», donde, bajo unos teclados típicos de la época, laten unos breaks rítmicos que la sacan de su aparente medianía. «Cross me and see» es otra de las grandes gemas de este disco; su raíz Zeppeliniana es sólo un trampolín para ese algo más que ya te tiene cautivado y que sabes que haría babear a Robert Plant si Bonham (grupo) no fuese tan arrogantemente apabullante y ladrón, y tú (Robert) no fueses tan quisquilloso. «Just another day» pone tan al día el sonido de «In trought the Outdoor» que parece muchísimo mejor de lo que es (y tal vez lo sea realmente). Y si la cara A terminaba a lo grande con «Dreams», la B no iba a ser menos, y «Room for Us All» pasa a ser otra joya que uno no se cansa de oír a pesar de que a veces te chirríe un poco el tono «épico» que tiene. Jason aquí, una vez más, dinamita la canción erigiéndose como un batería soberbio. Mira que Bob Ezrin ha producido discos, y muchos infinitamente mejores que este del que estamos hablando, pero el trabajo que hizo aquí, puliendo, arreglando y empujando a la banda a buscar y encontrar su personalidad cuando eso, en este caso y por el marchamo tan imponente del sonido de la banda referente, parecía prácticamente imposible…

Epílogo:

Los cinco minutos de gloria de Bonham se condensaron en dos años, gracias a una gira larguísima a la que le siguió un disco (Mad Hatters) que, si bien no era malo, no embaucaba como éste, y menos aún cuando, para colmo, se publicó un segundo antes de que aquello llamado grunge arrasara con todo… El tristemente desaparecido Daniel Macmaster dejó al grupo y los otros tres comenzaron su travesía por el desierto… Ficharon a otro cantante (el gran Marty Frederiksen) y sacaron un disco bajo el nombre de Motherland, el cual tiene sus momentos, pero que se hace cansado escuchar entero del tirón, quizá porque, en el fondo, le faltan grandes canciones… Tras eso, Jason decide que le van a dar por ahí a todo el mundo y funda la Jason Bonham Band, que poco a poco pasará a ser la Jason Bonham´s Led Zeppelin Experience, donde toca, efectivamente, sólo canciones de Led Zeppelin. Sin embargo, un día encuentra a un tal Charles West, que canta cojonudamente bien, y juntos componen un disco apabullante que volvió a pasar totalmente desapercibido (a veces creo que mejor que este que nos atañe), llamado «When you see the sun»…

Tras este nuevo fracaso «comercial», Jason asume totalmente su rol de músico de sesión y a sueldo, grabando junto a Little Steven y participando en la BSO de RockStar, aunque lo gordo pasa en 2003, cuando se une a UFO, firmando los imprescindibles «You are here» y «Showtime». Un nuevo periodo gris de la banda de Way y Mogg le hace abandonar UFO, fichando por Mick Jones para una remozada versión de Foreigner, girando con ellos durante varios años. A Jason por fin le dan igual los prejuicios, ha crecido como batería, manteniendo las señas de su padre, pero centrándose más en la sobriedad y en el sonido que Bon Ezrin le propuso. Por fin es respetado en el mundillo y, sobre todo, es dueño de un ego templado y en paz, así que está preparado para que el destino le coloque donde tiene que estar, en una gran banda propia y a la vez rindiendo homenaje a su padre junto a los compañeros de la que fue la gran banda de aquel. No hay nadie que cuestione la viabilidad y talento de Black Country Communion como superbanda, y lo que Jason consiguió en el London´s O2 Arena junto a Led Zeppelin es simple y llana justicia poética… Así que, señores, señoras, hats off to Jason Bonham…

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